miércoles, 1 de octubre de 2014

Noche Mágica



Dicen que recordar es volver a vivir, no sé por qué soy una persona a la que le cuesta dejar el pasado atrás, cuando un recuerdo me asalta, me encanta irlo reviviendo poco a poco, como si lo fuera dibujando, empiezo por la cabeza, recordando la razones o causas de lo acontecido, para luego llegar al corazón, que es cuando me pongo a escudriñar en los sentimientos, saboreándolos nuevamente, para luego terminar en la piel donde rememoro las sensaciones de cada uno de los sentidos, disfrutándolos una y otra vez más; pero claro muchas veces como cualquier dibujante del corazón vuelvo a la cabeza y de ahí salto a la piel, mesclando sentimientos, sensaciones y razones. 

Por ejemplo cuando sueño con alguien y su rostro ronda mi cabeza todo el día. Esa misma noche busco unos minutos para este juego que a veces se torna tortuoso, pero que de todas maneras disfruto. Como hace poco me pasó, iba en un taxi y al pasar por una tienda vi aquellos hermosos zapatos que transportaron muchos años atrás. 

Iba a ser una  noche mágica, lo presentía; toda la preparación, la compra cuidadosa del vestido, los zapatos de princesa; el desastre que hizo la estilista en el peinado y que luego tuvieron que arreglar mis tías, pero todo bien, todo a tiempo; la sorpresa de que mi hermano me quiera llevar a la fiesta, cosa que nunca me habría esperado. El taxi que vino a recogernos para mí fue una limosina, por lo entusiasmada que estaba.
No puedo negar que ir sin pareja a una fiesta así, al principio me intimidó, muchas de mis amigas me habían ofrecido a sus hermanos, primos amigos y hasta conocidos, pero curiosamente esta vez no acepté, era como si presintiera que algo importante iba a pasar aquella noche.

La entrada al salón, como si fuera la alfombra roja de algún premio importante; me sentía así entrando del brazo de mi hermano que parecía un príncipe; luego el vals acostumbrado, el reencuentro con compañeras y compañeros, los murmullos de con quién había ido quién, con qué vestido, cosas de niñas. Después, al fin la fiesta, música para bailar. Ya ni me acuerdo con quiénes bailé primero, supongo que compañeros o amigos, pero en un descanso, él atravesando el salón, con su mirada profunda y una sonrisa; sinceramente no pensé que se acercaba a mí, pero lo hizo, me pidió que bailara con él y acepté; desde ese momento no nos separamos más toda la noche. 

Me encanta bailar, cómo disfruté cada melodía aquella noche, siempre sentí que bailar es como volar, esa capacidad de dejarte llevar por una fuerza mayor que tú misma, dejar que cada uno de tus músculos se muevan al ritmo de cada nota musical, en sintonía, como si tu cuerpo fuera un instrumento más.

Así fue esa noche, mágica bailando juntos como si hubiéramos ido juntos, como si nos conociéramos de antes y más cuando lo invité a mi mesa junto a mi familia, claro que me arrepentí de inmediato, mi tío empezó a dar un sermón sobre el futuro de las jóvenes y cómo el sexo podía arruinarlo; tuvimos que escapar en seguida, con la excusa de que ya comenzaba a tocar la música de nuevo; me gustó que durante el tiempo que estuvimos en la mesa él le siguiera la corriente a mi loco tío pero me gusto más que luego siguiera bailando conmigo. 

Supongo que todos se sorprendieron de vernos juntos yo había llegado con mi hermano y no tenía pareja y él… ni sabía cómo había llegado a la fiesta, luego me enteré que trabajaba con la amplificación encargada de la música. No me importaba nada, hasta entonces nunca me había pasado algo así, conocer a alguien de esa forma, sentir esa conexión de inmediato, esa cercanía que sentí con él.

No quería que terminara esa noche había sido tan perfecta, todos los minutos, los segundos, las sonrisas compartidas, las miradas que hablaban solas, los roces de las manos al bailar, sentir aquella piel tan extraña hasta entonces, pero que se hacía íntima y conocida esa noche; aquellos hermosos ojos color miel que marcarían mi vida para siempre, esa voz que me cautivaba tan sólo al emitir frases cortas. Sin embargo, no sentí como si quisiera conquistarme, eso, debo admitirlo me asustó, tenía que hacer algo. Se terminaba la noche y no podía perderlo así, nunca lo había visto antes y ¿si se desvanecía y se convertía en un recuerdo o simplemente en un sueño? No podía permitirlo y me animé, como nunca antes lo hice, a invitarle yo a una fiesta, una de mis compañeras iba a festejar sola unos días después; creo que cerré los ojos para escuchar la respuesta, que fue un rotundo SI. Nos despedimos y conté las horas para el reencuentro.

De la misma forma, los preparativos fueron muchos, el vestido, que según mis tías no podía ser el mismo, los zapatos, el peinado, el maquillaje; era la primera vez que alguien me iba a recoger de mi casa para llevarme a una fiesta, por increíble que parezca sólo recuerdo que llegamos muy temprano, pero las palabras pronunciadas durante toda la noche se escaparon como palomas de mi recuerdo y todo lo demás también; de nuevo bailamos dejándonos llevar, conversando con miradas, pero nada más, me llegaron a recoger y así terminó nuestro segundo encuentro; antes de irse me pidió mi número de teléfono, eso me dio esperanzas.

Al llegar a mi casa esa segunda noche no podía dejar de pensar en él, al día siguiente me llamó para invitarme a una feria, no podía creerlo, acepté encantada, visitamos cada stand conversando y riendo; me acuerdo que llevé “walkman”, y luego de pasear por la feria nos fuimos a escuchar música en un banco de plazuela; como siempre yo escuchaba música diferente y traté de explicarle por qué, reímos mucho y conversamos toda la tarde, fue muy lindo, pero nada de romance, en esos momentos creí que la invitación fue una cortesía por la que yo le había hecho y nada más, como un caballero me acompañó hasta unos metros de mi casa, no quise que llegáramos a la puerta, todavía sentía vergüenza o temor de lo que pensaría mi familia.

Después de hablar mucho tiempo frente a la casa de alguien más y justo cuando creía que el sueño había terminado, él dulcemente me robó un beso que lo sentí glorioso, extraordinario, puede parecer cursi, pero lo sentí así. Entonces no fueron necesarias más palabras ni peticiones, sólo la promesa de ese beso era suficiente, lo fue para mí.

Dicen que el primer amor es así, de ensoñación, mágico, el mío lo fue, todavía recuerdo las sensaciones y sentimientos descubiertos a su lado, como las ganas incontrolables de llorar después de un beso suyo, o mi piel erizada por una caricia, un beso en el cuello o sus manos desbordadas por mi cuerpo, todo nuevo, extraño pero excitante y estremecedor al mismo tiempo.

El deseo de pasar el mayor tiempo juntos, de no separar nuestras manos unidas, nuestras esperanzas de construir un sueño entre los dos. Es verdad, muchas cosas pasaron en el tiempo de nuestro amor, un viaje largo en el que maduré y me reencontré como persona, como mujer. El reencuentro extraño, diferente, pero la intención de ambos de seguir, aunque empezando de cero, continuar ese amor que había comenzado aquella mágica noche.

Pero luego, la incertidumbre del futuro nos cercó a ambos, nos atemorizó lo que podía significar continuar juntos, una decisión drástica otra vez puso distancia entre ambos, pero la mayor distancia la  trazaron terceros que destruyeron en poco tiempo lo que habíamos construido lentamente en un tiempo más bien largo. Ni las lágrimas, ni las promesas, ni las mentiras pudieron salvar este amor; el abismo se fue alimentando de rencor y culpas, claro también de ese otro amor que había matado al nuestro y aunque incluso luchando conmigo misma el tiempo y la distancia me hicieron entender que lo mejor de aquel amor había sido aquella noche mágica que ojalá nunca hubiera terminado. 

Fue un amor intenso y lleno de entrega, pero como todo en la vida debía tener un final, nunca me imaginé que sería así, ni en mis más obscuros pensamientos; ingenuamente creí que era el amor de mi vida y que de una u otra forma volveríamos a estar juntos; pero ahora al recordarlo, sólo me queda la satisfacción de haber amado sincera y profundamente como nunca antes lo había hecho y que eso a pesar de todo me lo quedé para siempre y que a pesar de las heridas, volví a amar así o mucho mejor, porque la vida es la mejor maestra, cada persona en nuestro camino nos deja huellas y él dejó una agridulce y yo espero haber dejado en él una muy dulce y profunda que le enseñe a amar de verdad.

De nuevo así me dejé llevar por este juego que no sé si es bueno para mi presente, pero que me sirve de salvavidas cuando quiero escapar a una vida alterna, en la que nada cambió, de la que conozco el final, por lo que cualquier cosa que pase ya no me puede hacer el mismo daño y de la que rescato las sensaciones intensamente placenteras o dolorosas pero que me hacen sentir nuevamente viva.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante, me gusto. Sigue adelante.