Dicen que
recordar es volver a vivir, no sé por qué soy una persona a la que le cuesta
dejar el pasado atrás, cuando un recuerdo me asalta, me encanta irlo reviviendo
poco a poco, como si lo fuera dibujando, empiezo por la cabeza, recordando la
razones o causas de lo acontecido, para luego llegar al corazón, que es cuando
me pongo a escudriñar en los sentimientos, saboreándolos nuevamente, para luego
terminar en la piel donde rememoro las sensaciones de cada uno de los sentidos,
disfrutándolos una y otra vez más; pero claro muchas veces como cualquier
dibujante del corazón vuelvo a la cabeza y de ahí salto a la piel, mesclando
sentimientos, sensaciones y razones.
Por ejemplo
cuando sueño con alguien y su rostro ronda mi cabeza todo el día. Esa misma
noche busco unos minutos para este juego que a veces se torna tortuoso, pero
que de todas maneras disfruto. Como hace poco me pasó, iba en un taxi y al
pasar por una tienda vi aquellos hermosos zapatos que transportaron muchos años
atrás.
Iba a ser una noche mágica, lo presentía; toda la
preparación, la compra cuidadosa del vestido, los zapatos de princesa; el
desastre que hizo la estilista en el peinado y que luego tuvieron que arreglar
mis tías, pero todo bien, todo a tiempo; la sorpresa de que mi hermano me
quiera llevar a la fiesta, cosa que nunca me habría esperado. El taxi que vino
a recogernos para mí fue una limosina, por lo entusiasmada que estaba.
No puedo negar
que ir sin pareja a una fiesta así, al principio me intimidó, muchas de mis
amigas me habían ofrecido a sus hermanos, primos amigos y hasta conocidos, pero
curiosamente esta vez no acepté, era como si presintiera que algo importante
iba a pasar aquella noche.
La entrada al
salón, como si fuera la alfombra roja de algún premio importante; me sentía así
entrando del brazo de mi hermano que parecía un príncipe; luego el vals
acostumbrado, el reencuentro con compañeras y compañeros, los murmullos de con
quién había ido quién, con qué vestido, cosas de niñas. Después, al fin la
fiesta, música para bailar. Ya ni me acuerdo con quiénes bailé primero, supongo
que compañeros o amigos, pero en un descanso, él atravesando el salón, con su
mirada profunda y una sonrisa; sinceramente no pensé que se acercaba a mí, pero
lo hizo, me pidió que bailara con él y acepté; desde ese momento no nos
separamos más toda la noche.
Me encanta
bailar, cómo disfruté cada melodía aquella noche, siempre sentí que bailar es
como volar, esa capacidad de dejarte llevar por una fuerza mayor que tú misma,
dejar que cada uno de tus músculos se muevan al ritmo de cada nota musical, en
sintonía, como si tu cuerpo fuera un instrumento más.
Así fue esa
noche, mágica bailando juntos como si hubiéramos ido juntos, como si nos
conociéramos de antes y más cuando lo invité a mi mesa junto a mi familia,
claro que me arrepentí de inmediato, mi tío empezó a dar un sermón sobre el
futuro de las jóvenes y cómo el sexo podía arruinarlo; tuvimos que escapar en
seguida, con la excusa de que ya comenzaba a tocar la música de nuevo; me gustó
que durante el tiempo que estuvimos en la mesa él le siguiera la corriente a mi
loco tío pero me gusto más que luego siguiera bailando conmigo.
Supongo que
todos se sorprendieron de vernos juntos yo había llegado con mi hermano y no
tenía pareja y él… ni sabía cómo había llegado a la fiesta, luego me enteré que
trabajaba con la amplificación encargada de la música. No me importaba nada,
hasta entonces nunca me había pasado algo así, conocer a alguien de esa forma,
sentir esa conexión de inmediato, esa cercanía que sentí con él.
No quería que
terminara esa noche había sido tan perfecta, todos los minutos, los segundos,
las sonrisas compartidas, las miradas que hablaban solas, los roces de las
manos al bailar, sentir aquella piel tan extraña hasta entonces, pero que se hacía
íntima y conocida esa noche; aquellos hermosos ojos color miel que marcarían mi
vida para siempre, esa voz que me cautivaba tan sólo al emitir frases cortas.
Sin embargo, no sentí como si quisiera conquistarme, eso, debo admitirlo me
asustó, tenía que hacer algo. Se terminaba la noche y no podía perderlo así,
nunca lo había visto antes y ¿si se desvanecía y se convertía en un recuerdo o
simplemente en un sueño? No podía permitirlo y me animé, como nunca antes lo
hice, a invitarle yo a una fiesta, una de mis compañeras iba a festejar sola
unos días después; creo que cerré los ojos para escuchar la respuesta, que fue
un rotundo SI. Nos despedimos y conté las horas para el reencuentro.
De la misma
forma, los preparativos fueron muchos, el vestido, que según mis tías no podía
ser el mismo, los zapatos, el peinado, el maquillaje; era la primera vez que
alguien me iba a recoger de mi casa para llevarme a una fiesta, por increíble
que parezca sólo recuerdo que llegamos muy temprano, pero las palabras
pronunciadas durante toda la noche se escaparon como palomas de mi recuerdo y
todo lo demás también; de nuevo bailamos dejándonos llevar, conversando con
miradas, pero nada más, me llegaron a recoger y así terminó nuestro segundo
encuentro; antes de irse me pidió mi número de teléfono, eso me dio esperanzas.
Al llegar a mi
casa esa segunda noche no podía dejar de pensar en él, al día siguiente me
llamó para invitarme a una feria, no podía creerlo, acepté encantada, visitamos
cada stand conversando y riendo; me acuerdo que llevé “walkman”, y luego de
pasear por la feria nos fuimos a escuchar música en un banco de plazuela; como
siempre yo escuchaba música diferente y traté de explicarle por qué, reímos
mucho y conversamos toda la tarde, fue muy lindo, pero nada de romance, en esos
momentos creí que la invitación fue una cortesía por la que yo le
había hecho y nada más, como un caballero me acompañó hasta unos metros de mi
casa, no quise que llegáramos a la puerta, todavía sentía vergüenza o temor de
lo que pensaría mi familia.
Después de
hablar mucho tiempo frente a la casa de alguien más y justo cuando creía que el
sueño había terminado, él dulcemente me robó un beso que lo sentí glorioso,
extraordinario, puede parecer cursi, pero lo sentí así. Entonces no fueron
necesarias más palabras ni peticiones, sólo la promesa de ese beso era
suficiente, lo fue para mí.
Dicen que el
primer amor es así, de ensoñación, mágico, el mío lo fue, todavía recuerdo las
sensaciones y sentimientos descubiertos a su lado, como las ganas
incontrolables de llorar después de un beso suyo, o mi piel erizada por una
caricia, un beso en el cuello o sus manos desbordadas por mi cuerpo, todo
nuevo, extraño pero excitante y estremecedor al mismo tiempo.
El deseo de
pasar el mayor tiempo juntos, de no separar nuestras manos unidas, nuestras
esperanzas de construir un sueño entre los dos. Es verdad, muchas cosas pasaron en el
tiempo de nuestro amor, un viaje largo en el que maduré y me reencontré como
persona, como mujer. El reencuentro extraño, diferente, pero la intención de
ambos de seguir, aunque empezando de cero, continuar ese amor que había
comenzado aquella mágica noche.
Pero luego, la
incertidumbre del futuro nos cercó a ambos, nos atemorizó lo que podía
significar continuar juntos, una decisión drástica otra vez puso distancia
entre ambos, pero la mayor distancia la
trazaron terceros que destruyeron en poco tiempo lo que habíamos
construido lentamente en un tiempo más bien largo. Ni las lágrimas, ni las
promesas, ni las mentiras pudieron salvar este amor; el abismo se fue
alimentando de rencor y culpas, claro también de ese otro amor que había matado
al nuestro y aunque incluso luchando conmigo misma el tiempo y la distancia me
hicieron entender que lo mejor de aquel amor había sido aquella noche mágica que
ojalá nunca hubiera terminado.
Fue un amor
intenso y lleno de entrega, pero como todo en la vida debía tener un final,
nunca me imaginé que sería así, ni en mis más obscuros pensamientos;
ingenuamente creí que era el amor de mi vida y que de una u otra forma
volveríamos a estar juntos; pero ahora al recordarlo, sólo me queda la
satisfacción de haber amado sincera y profundamente como nunca antes lo había
hecho y que eso a pesar de todo me lo quedé para siempre y que a pesar de las
heridas, volví a amar así o mucho mejor, porque la vida es la mejor maestra,
cada persona en nuestro camino nos deja huellas y él dejó una agridulce y yo
espero haber dejado en él una muy dulce y profunda que le enseñe a amar de
verdad.
De nuevo así me
dejé llevar por este juego que no sé si es bueno para mi presente, pero que me
sirve de salvavidas cuando quiero escapar a una vida alterna, en la que nada
cambió, de la que conozco el final, por lo que cualquier cosa que pase ya no me
puede hacer el mismo daño y de la que rescato las sensaciones intensamente
placenteras o dolorosas pero que me hacen sentir nuevamente viva.
1 comentario:
Muy interesante, me gusto. Sigue adelante.
Publicar un comentario