¿Cómo es posible
que un sueño pueda revivir sentimientos? Sí, la culpa la tienen los sueños o el
inconsciente, como diría un psicólogo. Entonces me pongo a recordar si pensé en
él durante el día y mi respuesta siempre es NO.
Pero entonces
¿cómo explicar aquel sueño tan vívido, tan real? Mi madre me diría que a veces soñamos con alguien porque esa
persona ha pensado en nosotros. Esa sería una dulce respuesta, creer que él pensó
en mí, que me recordó y por eso soñé con él.
Aquel sueño
donde lo vi tan claro, tan cerca, tan mío; allí donde sentí su calor al
abrazarlo, el aroma de su aliento al besarlo y lo más perturbador el miedo a
perderlo en aquella despedida desdibujada en algún rincón de mi cerebro… La
intensidad de ese sentimiento me recordó el tiempo que estuvimos juntos.
Me parece ayer
cuando nos conocimos, la presentación de aquella amiga y él tan intenso desde
el principio; todavía recuerdo su mirada penetrante, pero lo que más me intrigó
fue sentir en sus ojos un sentimiento profundo por alguien que acababa de
conocer que se reflejó en aquel abrazo tan cálido y tan dulce al mismo tiempo,
como si me conociera de siempre y luego aquellos encuentros “casuales”, que
después él mismo me contaría que fueron totalmente planificados.
Por fin, después
de unos días, esa noche inundada de lluvia y frío que no nos alejó de las
calles, que, más bien, se transformó en el escenario perfecto para aquel primer
beso, que desencadenaría el torrente que vendría después.
En ese momento,
me enamoró su pasión, su misterio, su seguridad y su espiritualidad cuando me
hablaba de seres trascendentes que viven en la naturaleza, de la importancia de
los sueños, como aquel que estábamos viviendo en ese momento, porque ésa era su
premisa: vivir intensamente el presente: el hoy; vivirlo como si fuera el
último día, como si nada nos esperara al día siguiente y así lo hice a su lado.
Aquellas semanas juntos, fueron así para mí, las últimas de mi vida.
Así su fuerza,
su entrega me convencieron, me persuadieron y al final me embriagaron a tal
punto que le creí, que un sueño podía durar por siempre. Cada día a su lado fue
una aventura, una ilusión, un sueño, una travesura; desde salir a caminar a
través de pequeños paraísos alejados que descubríamos en la periferia, hasta el
amor bajo las sábanas cálidas de su casa en pleno centro de la ciudad, siempre
con algo nuevo que hacer, algo inolvidable; pasando de la intimidad física a la
espiritual; sintiendo así nuestras almas compenetradas, transformándose en una
sola, y sentir así que se cumplía lo que él siempre me susurraba al oído “ahora
somos uno”.
Esos momentos
imborrables en nuestras vidas construyeron un sentimiento que trascendía al
amor, que nos llevó a un nivel diferente, en el que las definiciones de este
sentimiento no alcanzaban a explicar lo que estábamos viviendo. Esto lo confirmé cuando después de una despedida,
que creí para siempre, el destino nos volvió a reunir, con la misma fuerza y
pasión de años atrás, como si no hubiéramos pasado un solo día separados. Nuestros
cuerpos y almas se reconocieron y se amaron con la misma intensidad de hace más
de 15 años atrás, pero con la experiencia del hoy.
Nunca fue una
posibilidad compartir nuestras vidas, cada uno tenía un camino recorrido, lejano; pero ese
sentimiento que trascendía al mismo amor nos unirá a pesar de todo. No puedo negar que a veces nace en mí la
ilusión de que algún día estaremos listos para vivir un mismo sueño pero luego
soy consciente que nuestra historia debe quedarse sólo en un sueño, que nos
regalará de vez en cuando un dulce recuerdo que nos ayudará a seguir adelante
con la realidad.
Irónico que un
sueño haya traído esa nostalgia de nuevo a mi vida, que me haya hecho recordar
el calor de su cuerpo a mi lado, el dulzor de sus labios en mi boca y lo más
importante la necesidad de su cercanía, aunque ahora sólo sea en sueños.
Pero ahora estoy
segura que nuestra historia no ha terminado, sólo tuvo un comienzo diferente
que nos deja la ilusión de vivir aquel sueño que la inició.
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