viernes, 23 de septiembre de 2011

LA PROPUESTA


LA PROPUESTA

Por: Eliana Martínez


Después de mucho tiempo decidí aceptar aquella propuesta. Aunque al principio no podía decidirme por un sí o un no, terminé por convencerme que era buena idea y que ya era hora.

Tantos meses la voz de Rafael rondando mis oídos, presionando, persuadiendo, rogando y yo indecisa, insegura y confundida. Es verdad que lo conocía hace tiempo, pero esto era muy importante y no podía ser una decisión tomada a la ligera. En estos momentos de mi vida no podía darme ese lujo.

Tantas noches de insomnio para ambos, él pensando la mejor estrategia para convencerme, yo sopesando los pros y los contras de aquel ofrecimiento.

Necesitaba salir de aquella oficina y desaparecer hasta de mi departamento, estos últimos meses habían sido agobiantes para mí; si no hubiera sido por Rafael que me sacaba alguna noche a tomar unos tragos y a contarme sobre sus incontables conquistas creo que hubiera perecido. Siempre lo consideré un buen amigo y aunque éramos dos tipos totalmente diferentes yo aprendía mucho de él y claro alguna vez también le había dado algún consejo.

De pronto la oportunidad de irme lejos y aunque era un viaje de negocios, por lo menos me alejaba de esta realidad que desde hace mucho me turbaba, lo único que me preocupaba eran mis flores, pero Rafael se había comprometido en venir a verlas de vez en cuando para darles algo de agua.

Después de mi llamada a su celular quedamos en encontramos en la calle dónde Rafael trabajaba todas las noches como Inspector de los Guardias privados. Él me miró fijamente y pudo comprender que la respuesta que había esperado durante tanto tiempo, era un sí.

Dejó su trabajo sin pensarlo dos veces,  al final nadie se iba a dar cuenta que no estaba,  porque él era el inspector. Me dijo que todo estaba bien planeado, un amigo le había dejado las llaves de su departamento para que regara sus plantas; porque él se iba de viaje durante seis meses. Fue un alivio porque ni loca me aparecía por su casa, con toda esa gente viviendo cerca y mi casa ni pensar, mi madre estaba todo el tiempo.

Le dejé instrucciones específicas a Rafael, las horas y la cantidad de agua que debía dar a cada planta. A demás le pedí que tenga mucho cuidado con Doña María, mi casera, era una señora de edad muy desconfiada y algo fregada; pero si lo conocía, no habría problemas.

Si bien no confiaba mucho en la responsabilidad de Rafael por su carácter inmaduro esperaba que aprovechar la televisión digital y mi bar serían suficientes razones para que vaya a mi departamento. Solo espero no encontrar un desastre cuando regrese.

Pero había un inconveniente en nuestro plan, como nunca había ido a aquel departamento,  la dueña de casa no lo conocía, y su amigo le recomendó que fuera enseguida y seguido porque la señora era muy desconfiada y gruñona. Pero  ya habían pasado dos meses y Rafael nunca había ido.

Camino hacia el departamento discutimos sobre la forma más sutil y discreta de entrar, yo no quería escándalos o algo parecido, si era así, prefería ir a ver una película  muy buena que estaban pasando. Rafael me prometió que nada de esto iba a pasar y que sería fácil entrar.

Después de un par de un meses, mis negocios no habían salido como lo había previsto y mis jefes decidieron mi regreso de improviso y casi sin avisarme con tiempo. Yo tenía planes para los siguientes meses y todo tuvo que irse por el caño. Estaba muy molesto, ni siquiera había conocido una chica linda.

Por mi marcada timidez, la verdad es que siempre me había sido difícil conocer mujeres y aunque según Rafael estaba haciendo progresos, hasta ahora no había encontrado a mi pareja ideal. A pesar de haber viajado tanto, en tantos lugares diferentes solo veía a las mujeres y no me les acercaba. Esperaba encontrar a un ser especial único, al que pudiera amar sin miramientos, que me de las fuerzas necesarias para no pensar y solo sentir.

Llegamos a la avenida donde se encontraba el edificio y Rafael decidió tocar el timbre para comprobar que el departamento estaba vacío, pero se equivocó y  del balcón más alto salió la vieja dueña de casa, de mal humor y con ganas de guerra. Empezó a preguntar que quién era y qué quería. Rafael nervioso trató de explicarle, pero la vieja lo interrumpía y no le dejaba hablar.

Después de escuchar como 10 minutos los cacareos de la mujer, ella decidió bajar y enfrentarse a este joven cara a cara. Mientras tanto Rafael muy nervioso, como un adolescente, me iba explicando detalladamente donde se encontraba exactamente el departamento de su amigo y en el mismo momento en que la vieja sacó su pesado cuerpo por la puerta principal, él me dio disimuladamente las llaves.

Estaba molesto, el vuelo se había atrasado demasiado, estuve como cinco horas esperando en el aeropuerto y lo peor era que iba a llegar casi en la madrugada y mi querida casera seguro iba a hacer un escándalo, no iba a entender que las cosas en el trabajo son así.

Ni pensar en ir a dormir a la casa de Rafael con toda esa gente viviendo cerca de él, ni pensarlo, prefería escuchar el sermón de Doña María.

Entonces, Rafael utilizando todo su encanto, haciendo creer a la señora que le había dado un mareo se llevó a la mujer dejando la puerta principal sin custodia.  Yo que tenía las llaves y había escuchado atentamente las instrucciones de Rafael entré rápidamente al edificio,  recorrí varios pasillos y subí dos pisos.

Por fin encontré la puerta, la abrí con dificultad y de pronto al principio no pude ver nada por la apremiante obscuridad, pero el olor de la humedad inundó mis sentidos hasta marearme; enseguida subí las persianas y  abrí las ventanas sin encender la luz porque la vieja iba a darse cuenta que alguien estaba en el departamento y eso arruinaría todos nuestros planes.

Nunca me gustaron los vuelos de noche, uno no puede conocer a nadie se la pasa durmiendo, ni siquiera puedo leer. Lo mejor será que descanse, me espera una guerra con Doña María y en la mañana a penas me darán medio día para descansar y por la tarde de nuevo a la oficina.

Como Rafael tardaba en deshacerse de la vieja empecé a recorrer el departamento, iluminando mi camino sólo con encendedor. Tenía dos pisos muy amplios, con unas escaleras internas en forma de espiral. Las paredes tenían amplios ventanales que daban a la calle y desde allí se veía la vieja plaza de armas de la ciudad, también habían fotografías colgadas, con paisajes de Europa y Asia.

Por toda la decoración supuse que el amigo de Rafael había viajado mucho y tenía muy buen gusto para escoger piezas de estética singular. El estilo que había escogido era una amalgama de  varias culturas, todas muy bien dispuestas con un gusto exquisito.

Este tiempo sola en aquel departamento me sirvió para pensar; me puse a pensar, de nuevo, en las consecuencias de nuestro plan, pero ya no tenía dudas, además aquel lugar me hacía sentir como si estuviera en un lugar totalmente diferente de los que yo acostumbraba y eso inspiraba en mí mucha más confianza. De pronto, empecé a imaginar que yo era otra mujer, sin miedos, sin prejuicios, sin represiones y me fui dando cuenta que la decisión del sí, estaba bien, que yo también lo había esperado tanto como Rafael y que era tiempo ya, nuestro plan parecía perfecto.

Al final solo pude dormir profundamente algunas horas, el vuelo no fue tan tranquilo, el sueño que tuve fue realmente extraño en él discutía con Rafael, pero no podía oírle; pero me impresionaba lo desfigurado que se veía su rostro, yo tratando de tranquilizarle hasta que no pude más y le di un puñetazo que fue tan real que sentí un dolor agudo en mis nudillos.

Fui recorriendo cada habitación, lo que me gustó mucho porque era como invadir el espacio íntimo del amigo de Rafael, pero casi con su permiso. Cada lugar tenía marcada una singular personalidad, poco a poco me parecía conocer aquel hombre que vivía en ese departamento y me envolvía la fragancia de su personalidad. Todo estaba impecable, si no fuera que el lugar había estado cerrado por dos meses todavía se sentiría la fragancia de las flores que ya habían muerto hace mucho.

De pronto llegué a su dormitorio y la cama me pareció espléndida, me recosté en ella y pude imaginarme aquel cuerpo cálido que había dormido tantas noches sobre aquellas sábanas y un extraño sentimiento se fue apoderando de mí.

Sentí que era la mujer que lo esperaba de su largo viaje, que añoraba su cuerpo, sus besos, su calor. Me había cambiado para esperar lista a Rafael, pero tardaba tanto que me quedé totalmente dormida, sobre aquellas sábanas cálidas y suaves que me acogieron como si me conocieran.

Bueno, más bien conseguí un taxi rápidamente, trataré que doña María no se dé cuenta que ya volví, pero claro eso es poco probable porque esta señora tiene oídos de can. Después de escuchar sus regaños y de enterarme que Rafael recién hoy intentó venir a ver mis plantas y la Casera ni siquiera lo dejó entrar, no quiero imaginar lo que me espera.

Resuelvo entrar sin encender las luces como me sugirió Doña María, al final prefiero dormir ahora y ver los destrozos mañana. Estoy cansado y necesito un buen sueño. Qué triste es volver a tu departamento y que nadie esté esperándote.

De pronto entre sueños escucho la puerta y unos pasos, seguro es Rafael, siento su cuerpo desnudándose frente a mí con un silencio aterrador.

Es raro, siento como si alguien estuviera respirando, debe ser el cansancio, pero qué es esto la cama está tibia, siento unas manos suaves y delicadas que empiezan a buscar en mi cuerpo como dos palomas desesperadas. Una boca impetuosa ahoga mi voz, no me queda más que dejarme llevar.

ARIANA


ARIANA
Por: Eliana Soza Martínez
Era su primer día de trabajo, a pesar de la tensa entrevista que le hizo el Ing. Garrón, su nuevo jefe, Ariana estaba feliz de haber encontrado empleo, pero también se sentía preocupada porque hace mucho que no tenía un trabajo “oficial” con horarios fijos y con alguien a quien rendir cuentas. Estos dos sentimientos le habían quitado el sueño esa misma noche, dejándole un insomnio inquietante y abrumador. Recordaba a su nuevo jefe haciendo todas esas preguntas,  y las bromas de mal gusto que hizo al conocerla, no fue un buen augurio para el futuro, pero necesitaba contar con algo de estabilidad en su vida y este trabajo significaba un año de seguridad, con beneficios laborales incluidos.
Una temporada atrás había estado haciendo un par de trabajos para unos clientes, pero de forma independiente, sin horarios que respetar, pero con poca entrada de dinero. Ahora debía levantarse temprano, tenía un horario de 8 horas y un jefe “sui géneris” que la asustaba un poco; a esto se sumaba que sus funciones no estaban exactamente delimitadas, por lo que estaba como en una cita a ciegas, sin saber qué le esperaba.
Para ella, su primer día fue estresante, el edificio de la constructora era bastante grande y solo pudo conocer a cuatro empleados de los 25  o más que trabajaban en la constructora, unos cuantos empleados de planta y los demás temporales. Rita, la secretaria que era una mujer mayor de  rostro duro y seco que la había visto de arriba abajo cuando la presentaron; Don Julio, el administrador, que era el que más se esforzaba por hacerla sentir bien; el Ing. Garrón, su Jefe con quien apenas había intercambiado un par de palabras ese día y Oscar, el asistente de administración, un muchacho joven y apuesto pero que tampoco le había dirigido la palabra.
Ese día, Don Julio le enseñó su oficina, que estaba frente a la cafetería y a las gradas de entrada y paralela a la oficina de Administración. Todo el ambiente de la constructora tenía un aire extraño. El interior de las oficinas era oscuro y frío; las ventanas eran muy pequeñas respecto al tamaño de las oficinas y las cortinas muy  gruesas para dejar entrar luz natural. La mayoría del tiempo debían estar encendidas las luces para poder leer los documentos, aunque aquella luz también tenía algo de melancólico y triste. La oficina de Ariana estaba antes de la oficina principal del Gerente, era pequeña, pintada de un color gris opaco con muebles metálicos, antiguos y poco prácticos, había demasiadas sillas y algunos estantes demás; sobres, papeles y archivadores repletos de documentos que aunque quisiera no podría terminar de revisar durante toda su vida.
La única persona que le había causado una impresión especial fue Oscar, el asistente, que a pesar  de su desdén y frialdad, tenía un aire melancólico que estremeció  y fascinó a Ariana. Además tenía unos hermosos ojos color miel, con una mirada triste, pero tan cautivadora a la vez; su porte era la de un príncipe, con aquel cabello lacio color trigo y esas manos con dedos largos, bien formados; su piel blanca, pero dorada por el sol. Su forma de vestir denotaba una juventud en esplendor, los pantalones de jean rectos y la polera que dejaba ver los músculos de sus brazos; además el hecho de tener una motocicleta lo hacía ver rebelde y más encantador todavía.
Después de unos días de haberse enterado de algunas de sus funciones como asistente personal del Ing. Garrón, Gerente General de la Constructora y haberse instalado como pudo en su oficina, vanos habían sido sus intentos por conseguir una conversación con Oscar, él siempre era tan distante, siempre estaba melancólico, hacía lo estrictamente necesario en su trabajo, imbuido completamente en su computadora o caminaba por toda la oficina sin ver a las personas con las que se cruzaba y mucho menos a Ariana, a pesar que ella hacía de todo por llamar su atención. Ariana trataba de vestir lo mejor posible, porque se imaginaba que así podría llamar la atención de  Oscar, pero el frío de las oficinas impedía que pueda ir con algo más provocativo. Intentaba inventar excusas por las que tenía que coordinar alguna tarea con él, pero siempre recibía una respuesta lacónica y rigurosamente laboral.
Fueron muchas las hipótesis, que barajaba Ariana, sobre el cautivador compañero, lo más lógico era que tenía novia y por eso era así con ella, aunque esto no explicaba el por qué de su tristeza, sin embargo esa melancolía era lo que más la cautivaba. Pero nunca lo había visto recibir una llamada personal y en las horas fuera del trabajo ni siquiera se lo había topado por la calle, pues vivían en una ciudad pequeña y se podía dar esta situación. No podía averiguar más información sobre Oscar con los otros compañeros, pues no sabía por qué pero no confiaba en nadie, todos parecían ocultar algo y sus miradas siempre le parecían siniestras y repelentes.
Otra hipótesis era que tal vez tenía un familiar enfermo, o estaría casado, pero eso se sabría de inmediato, no llevaba anillo de matrimonio, ni señales de haberla usado. Una madre enferma quizás, un padre, un hermano. Cuando Ariana tenía tiempo libre en la oficina, que era las más de las veces, y podía observarlo sin que él se de cuenta empezaba a crearle vidas alternas, que explicaran aquella tristeza, algunas muy descabelladas, pero otras tenían tanto sentido que empezaba a creerlas ciertas. De pronto ya le había construido una historia, una personalidad, obviamente como a ella le gustaría que fuera y el amor fue naciendo por aquel personaje, que ella misma había creado.
En general, esa era la mejor forma de pasar el tiempo pues las horas en la oficina se hacían tan largas e impenetrables, como si el reloj, caprichoso, quisiera que los minutos duraran mucho más esas ocho horas en las que estaba allá. Se sentía mucho peor porque después de haberse instalado nadie le dirigía palabra si no era estrictamente necesario, lo que hacía el ambiente de trabajo más lúgubre que el espacio que le habían asignado. Ella trató de mejorar la imagen  de su oficina con algunos detalles que llevó para darle algo de color, pero todo parecía en vano. El gris de las paredes parecía comerse todo lo que tenía un color diferente.
Las cosas no estaban saliendo como Ariana esperaba, por más que intentaba, Oscar, como los demás, no la incluía en el equipo, aunque él tampoco parecía ser parte del grupo. Todo esto la convirtió en una persona susceptible, sentía que sus compañeros comentaban sobre ella a sus espaldas, la miraban de forma tan extraña y siniestra, que le causaba escalofríos. Lo peor era que no veía a menudo a su jefe, tal vez una vez a la semana, cuando le daba un par de tareas,  que ella terminaba de inmediato, pero que su jefe recién revisaba la siguiente semana, por lo que sentía que no avanzaba en su trabajo y que tampoco estaba aprendiendo mucho, se sentía estancada sin un norte.
Todo el entorno de la constructora le parecía extraño y nocivo para ella, por lo que estuvo a punto de renunciar y esperar otra oportunidad fuera de aquella oficina gris que le oprimía el corazón, pero algo lo cambió todo. Una mañana en la que Ariana estaba revisando la información que le había pedido su jefe hace unos días atrás, una torre de folders apilada en su escritorio se desequilibró y cayó al suelo, se agachó a recogerlos y de pronto sintió que cautelosamente, unos pasos se aproximaban a su escritorio y una voz dulce pero muy baja la hablaba desde su espalda. –Ariana tienes que ayudarme, no puedo más, tengo que decírselo a alguien-. Entonces cuando ella reaccionó y se dio la vuelta vio aquellos hermosos ojos color miel, tristes como siempre, pero llenos de espanto. Antes que pueda decirle algo, de pronto y violentamente salió su jefe, como nunca lo hacía y le pidió que entrara para darle más tareas.
Ariana tuvo que obedecer, con la esperanza de encontrar a Oscar cuando saliera, pero cuando su jefe terminó de explicarle lo que necesitaba, Oscar ya no estaba en su escritorio, había desaparecido, lo buscó todo el día por todas las oficinas y no lo encontró por ningún lado. Le preocupó tanto que se atrevió a preguntar por él a la Secretaria, pero de ésta solo obtuvo una mueca de no saber nada.
El siguiente día tampoco pudo ver a Oscar, sólo después de un par de días más él volvió a trabajar, mucho más demacrado de lo que lo había visto las últimas semanas. Cuando intentó hablarle, él se disculpó y se alejó de ella. No podía entender lo que pasaba y menos aún la actitud de Oscar, que ahora parecía que no la soportaba. Después de unos días de intentar, en varias ocasiones, hablar con él, se resignó a esperar que él nuevamente se acercara a ella.
Pero eso nunca ocurrió y de pronto  un día Oscar pidió vacaciones por una semana. Para Ariana aquella semana fue la más larga de su vida, no podía buscarlo, porque no sabía donde vivía, ni siquiera sabía un número de teléfono donde ubicarlo, solo le quedaba esperar. Los días pasaban lentos como si no quisieran irse y más para ella que no podía ver a Oscar e inventar  más detalles acerca de su vida, lo único que se le ocurrió hacer es meditar en otras hipótesis de lo que quería decirle aquel día y sobre las razones de su miedo. Por fin llegó el viernes, qué dulce sintió la última hora de trabajo sabiendo que al día siguiente no tenía que regresar a ver las caras horribles de sus compañeros y la indiferencia más fría de su jefe.
El fin de semana estuvo inquieta, pero trató de distraerse viendo  películas viejas, sola como siempre en su departamento. Pero, antes de dormir, nuevamente, le asaltaba la incógnita de qué habría querido decirle Oscar con tanta urgencia y misterio y por qué habría desaparecido después sin una explicación. Después de un fin de semana opaco y casi sin dormir, por fin llegaba la noche del domingo, mañana lo vería y no importaba lo que pasara, estaba decidida aunque sea a raptar a Oscar después del trabajo para preguntarle qué había pasado.
El lunes llegó pronto, como nunca Ariana se levantó sin esfuerzo, se arregló lo mejor que pudo y se dirigió a la constructora muy temprano, llegó mucho antes de las 8, nadie había llegado todavía, subió a su oficina, encendió su computadora y se puso a esperar la llegada de Oscar, tenía las manos frías por el invierno y los nervios del encuentro. Todos fueron llegando, Don Julio, Rita, la Secretaria, y todos los que trabajaban en la planta alta. Los minutos iban pasando y no había ni rastros de Oscar, ya pasaban más de los 10 minutos de tolerancia para la llegada y nada. No aguantaba más, y se decidió a bajar al estacionamiento y buscar la moto de Oscar, pero tampoco la encontró. Tuvo que volver a su oficina sin ninguna novedad. Abrió la ventana que daba a la calle para poder escuchar el sonido de la moto al llegar al edificio. Pero los minutos fueron pasando, la mañana se escurría fría y lenta por los relojes y nunca se escuchó el escape de la moto.
Al medio día, de salida volvió al estacionamiento para cerciorarse que no estaba la motocicleta y no estaba, fue a comer desolada, a penas probó bocado,  volvió deprisa a su departamento, se cambió de ropa y regresó a la constructora, lo más rápido que pudo. Nuevamente llegó mucho antes de las 2 de la tarde, fue la primera en llegar, subió a su oficina, ya ni tuvo que encender la computadora porque se encontró con que la había dejado prendida por la mañana, ya no sabía qué tenía en la cabeza. Se sentó frente a ella y se puso a esperar, no encontraba con qué distraerse para hacer más corta la espera. De nuevo todos fueron llegando pero ni rastros de Oscar, volvió a bajar al estacionamiento y tampoco encontró nada.
Ya no aguantaba más; decidió preguntar por él con alguna excusa de trabajo, pero la secretaria no sabía nada; era cierto que el viernes pasado había terminado su vacación  y que hoy debía volver, pero no lo había hecho y nadie sabía por qué. De pronto el pánico empezó a inundar el corazón de Ariana y ¿si algo terrible le había pasado? A nadie más parecía interesarle la suerte del Asistente de Administración. Entonces pensó que Don Julio, que parecía el más normal de toda la constructora podría darle alguna información y se animó a preguntar. – Don Julio, estaba buscando a Oscar para un asunto que me pidió averiguar el Ing. Garrón. Don Julio muy despreocupado le respondió. – Ahh Oscar acabo de hablar con él tuvo un contratiempo en su vuelta del viaje que hizo y recién estará mañana, pero si es urgente lo podemos ver conmigo- Ariana más tranquila le respondió– No se preocupe, no es urgente puede esperar.
No sabía cómo correr  hasta su oficina y gritar muy fuerte sin que nadie la escuche. Estaba tan feliz de saber algo de él, era solo eso un contratiempo en su vuelta, mañana ya estaría de nuevo trabajando, no le había pasado nada terrible y mañana lo volvería a ver. Pero eso quería decir que debía esperar otras 17 horas más, a pesar de su alegría esto la volvió a intranquilizar. No sabía qué hacer para que el tiempo pase sin sentirlo. Rompió todos los informes hechos para su jefe y los volvió a hacer, decidió organizar los papeles  de uno de los muchos estantes que habían en su oficina, esto sirvió para que no sean tan penosas las horas de trabajo, pero también sirvió para sembrar una duda en su cabeza. Todos los documentos que organizó no parecían ser los papeles de una constructora, ninguno que estaba en español tenía un sentido claro y los demás estaban en diferentes idiomas, menos inglés que era el idioma que más o menos leía Ariana. Esto dificultó la tarea de ordenarlos, al final decidió organizarlos por tamaño y así terminó a las 6 en punto.
Como no era usual Don Julio pasó por su oficina y la encontró terminando de organizar los documentos, Ariana vio que su cara se desencajaba y se asustó mucho. De pronto pareció que Don Julio tragaba algo muy grueso por la garganta, pero con una voz tranquila le preguntó lo que hacía.
Ariana temerosa le respondió que trató de ordenar todos aquellos papeles, entonces Don Julio más tranquilo aún le dijo que no se molestara que ese no era su trabajo y que mejor no toque más ningún estante, que de inmediato pediría que cierren con llave cada aparador porque todos los papeles eran confidenciales y no se podía perder ninguno. Habló algo de una auditoría, que Ariana no terminó de escuchar bien, porque tenía la cabeza puesta en irse a su departamento a esperar el siguiente día. Esa noche, como las anteriores, también fue muy larga para ella. A las 5 de la mañana ya estaba vestida, fue al baño a maquillarse y sólo entonces se dio cuenta que su rostro había cambiado mucho, de pronto encontró la mirada triste de Oscar en sus ojos, su cara había empalidecido de pronto, se veía más delgada y demacrada, como los últimos días de trabajo de Oscar, no podía creerlo, pero se parecía tanto a él que un escalofrío recorrió su espalda hasta chocar con su cuello. Trató de ocultar todo esto con el maquillaje, pero solo pudo lograr darse algo más de color en las mejillas.
De ida a la constructora se iba viendo en cada parabrisas, ventana o espejo que encontrara en el camino y en cada una se veía diferente, casi se para su corazón cuando en una ventana que tenía un tenue color café vio en su propio rostro los hermosos ojos color miel de Oscar, pensó que el estrés le estaba jugando una mala pasada, apresuró su paso y no volvió a voltear a ningún vidrio.
Llegó una hora antes de la entrada a la Constructora por lo que encontró cerrada la puerta, dio varias vueltas al manzano pero no pudo encontrar ningún café cercano abierto para tomar algo hasta que abran las puertas. Después de pensarlo un rato se fue caminando hasta una plazuelita que estaba bañada de sol a esa hora, allí encontró un apacible banco en el que se sentó más de media hora calentándose. De pronto sintió que los dedos de sus pies se estaban acalambrando y pensó que sería por el frío y los puso sobre el banco para que les diera mejor el sol y se dio cuenta que tenía puestos sus zapatos viejos de casa. No podía creerlo, nunca le había pasado algo así, se fijó la hora y ya no le alcanzaba el tiempo de volver a su departamento a cambiarse.
Tuvo que entrar  casi de hurtadillas a su oficina, varios de sus compañeros ya habían llegado pero no Oscar. Tenía que irse a cambiar, no podía quedarse así, pidió permiso a Don Julio y salió corriendo hacia su departamento, antes pasó por el estacionamiento para cerciorarse de que Oscar no había llegado, como no vio nada se fue tranquila, tomó un taxi, se cambió y tomó otro taxi para volver. Al pasar nuevamente por el estacionamiento, no pudo creer lo que veían sus ojos, tan reluciente como siempre estaba allí la motocicleta, la vio como si estuviera bañada por un aura celestial y podría haber jurado que escuchó una dulce melodía cuando sus ojos se posaron en aquel vehículo.
Eso quería decir que había vuelto, que por fin vería a Oscar sentado en su escritorio taciturno como siempre, o tal vez sus vacaciones habían servido para cambiar su humor, corrió como loca las escaleras, tomó algo de aire antes de subir los últimos peldaños, se arregló el cabello que lo tenía algo desordenado y llegó justo frente a la oficina de Oscar, su sorpresa fue grande cuando no lo encontró sentado en su silla, pero pensó que estaría haciendo algún mandado o algo así.
Entró a su oficina hizo que hacer algo en la computadora, siempre atenta a su puerta para ver cuando Oscar entrara a su oficina, pero pasaban los minutos y nada, no podía ser que él se haya ido si su moto estaba en el estacionamiento, volvió a bajar a ver si la moto seguía donde la había visto. Al descender las escaleras un temor se apoderó de ella y si solo se había imaginado ver la moto y si no la encontraba ¿qué haría? Dudó en dar la última vuelta para llegar al estacionamiento, pero tenía que hacerlo, no podía quedarse con esa duda que carcomería su alma toda la mañana. Por fin llegó y la encontró como antes, no había sido un juego de su mente, la moto estaba allí y su dueño debía estar en algún lugar de la constructora, solo tenía que encontrarlo.
Siguió buscando de forma muy disimulada, por todas las oficinas, la cafetería, la portería, el almacén y todos los escondrijos de la constructora y nada. La única posibilidad era que había salido a un encargo, pero lo extraño era que no se había ido en su moto, pero claro podía haber usado otra de la empresa o la camioneta, decidió calmarse y volver a su oficina, en algún momento tenía que pasar por ahí.
Al llegar abrió las pocas ventanas que tenía y las gruesas cortinas, quería escuchar la llegada de la movilidad en la que podía haber salido Oscar. Pasaron un par de horas, en las que lo único que la distrajo fue otra extraordinaria solicitud de su jefe sobre la información de un contrato que debían firmar. De pronto escuchó el motor de una motocicleta entrando al estacionamiento, saltó de su silla giratoria, pero luego ella misma se tranquilizó, diciéndose así misma que no debía demostrar tanto interés después de cómo la había tratado Oscar esos últimos días. Tardaba en subir, pero vio acercarse el casco de protección con esos hermosos colores rojos y blancos formando una llamarada, pero no podía creer lo que veían sus ojos, las manos que tomaban el casco no eran las de Oscar, la voz que hablaba con otro compañero tampoco y cuando por fin se vio todo su cuerpo y el rostro tampoco eran de  Oscar.
Lo primero que pensó Ariana era que lo habían despedido, que lo habían cambiado por aquel intruso que aunque tenía la misma estatura y una complexión corporal parecida y el rostro tenía algo de parecido, no era su Oscar. Además el parecido era como el de una caricatura, el intruso era más duro, con una nariz que sobresalía, ocultando unos ojos pequeños que no tenían el cautivador color miel de Oscar; sus manos eran más rudas, descuidadas y parecían más torpes también. No sabía qué hacer; la pregunta era por qué llevaba el casco de Oscar y dónde estaba él. Supuso que si lo habían despedido y su moto estaba abajo era porque tendría que terminar algún trámite o debían pagarle su indemnización, o algo así.
Debía encontrarlo antes de que se vaya, sino lo hacía lo perdería para siempre, buscó nuevamente por toda la constructora y nada, hasta Don Julio le llamó la atención por no estar en su puesto de trabajo tanto tiempo. Al finalizar la tarde, no podía creerlo pero no lo encontró, ese día todos se fueron como siempre, faltando tres minutos ya estaban en la salida. Ariana estaba tan pasmada que no tuvo tiempo, ni ganas de preguntar a nadie sobre Oscar, se quedó como diez minutos después de la salida esperando verlo, pero todos salieron menos él, incluso el impostor, tan feliz que le dio náuseas verlo bajar las escaleras como si nada.
Antes de irse a su casa decidió volver al estacionamiento, pero la motocicleta ya no estaba y ella no tenía ninguna respuesta a todas las preguntas que se le juntaron en la cabeza. Tuvo esa sensación que alguna vez le habían descrito, pero que no la entendía porque no la había sentido antes; impotencia de no poder hacer nada; nada para encontrarlo, nada para saber de él, nada para entender lo que había pasado aquel día. Estaba agotada, ya no sentía su cuerpo y fue en busca de su cama, que sería lo único que podría consolarla, eso y un largo sueño sin pensar.
Pero la oscuridad no fue su cómplice aquella noche, el sueño apenas llegó y cuando lo hizo no fue para nada tranquilo como había esperado, las imágenes que había visto en todo el día se mesclaron en su mente para construir una historia descabellada en la que ella se convertía en Oscar y trataba de huir a toda costa de Ariana, hasta que ella lo encontraba y el rostro se derretía descubriendo la misma cara de Ariana, entonces eran dos mujeres iguales y Oscar desaparecía para siempre.
Por la mañana no pudo despertar temprano, tampoco quería volver a la oficina, sin Oscar no tenía sentido regresar a ese lugar, decidió llamar a Don Julio y decirle que se sentía enferma y que no podría ir hoy, y se quedaría todo el día en la cama, esperando recuperar las horas de sueño que perdió la noche anterior. Pero cuando llamó a Don Julio este le dijo que no había problema, pero que si estaba necesitando a Oscar urgente él estaba de vuelta. No pudo creerlo, su semblante se iluminó como si un haz de sol la hubiese atravesado. Por un momento, no pudo contener su alegría, pero luego ella misma se tranquilizó y le dijo a Don Julio que trataría de ir en la mañana si se le pasaba el dolor de cabeza.
Inmediatamente salió a tomar una ducha fría, se preparó un buen desayuno, decidió con calma extrema qué se pondría, la mañana estaba cálida y era un buen pretexto para ponerse el vestido que había comprado hace unos días pensando en Oscar. Caminó hasta la constructora, quería disfrutar el clima que había mejorado repentinamente desde hace una semana. El sol calentaba su piel, como una caricia agradable desde los dedos de sus manos hasta sus hermosos hombros que quedaban descubiertos por el diseño del vestido. Todos con los que se cruzaba parecían felices, ella regalaba sonrisas a todos  y algunos la veían extrañados.
Llegó a la constructora casi  después de las 10 de la mañana y saludó a todos con una sonrisa, la mayoría ni le contestó, aunque muchos le mostraron una mueca de ironía. Fue directamente a su oficina y al pasar por la de Oscar, sólo vio al intruso, pero eso no le quitó la alegría, seguro Oscar salió a algún lugar, pero de nuevo pasaban los minutos y su alegría se estaba tornando en un nerviosismo insoportable. Por lo que decidió hablar con Don Julio y preguntarle abiertamente por Oscar.
Muy segura de sí misma, tocó la puerta  y Don Julio la recibió, algo extrañado, pues no pensaba verla, porque supuso que se seguía sintiendo mal y al verla tan radiante parecía contrariado. Ella preguntó por Oscar, y Don Julio le respondió que hace un minuto había hablado con él que debía estar en su oficina. Ariana no quería hablar sobre el intruso, por lo que sólo le dijo que no había nadie allá. Don Julio afirmó de nuevo que tendría que estar allí, entonces usando el interno llamó a Oscar, éste sorpresivamente para Ariana respondió. Don Julio le pidió que viniese a su oficina y Oscar accedió inmediatamente. Ariana no podía creerlo, cómo había vuelto tan rápido sin cruzarse con ella, pero eso era lo de menos. Él estaba viniendo y por fin lo vería, cuando tocaron la puerta su corazón dio un vuelco, un nudo se le hizo en la garganta, pero no podía demostrarlo. Don Julio pidió a Oscar que pase. Ariana esta de espaldas a la puerta así que sólo escuchó sus pasos acercándose y cuando estuvo cerca sintió el calor de su cuerpo, pues se había parado justo, junto a ella.
Todavía no quería verlo, quería tranquilizarse un poco, para no parecer tan obvia, mientras Don Julio explicaba a Oscar que Ariana lo había estado buscando con algo de urgencia para un tema del Gerente General. Cuando Ariana pudo aclarar su garganta y contener las lágrimas movió su cabeza afirmativamente y por fin dio vuelta su cabeza, un escalofrío recorrió su cuerpo, ese hombre no era Oscar, era el intruso y antes que pueda decir algo. Don Julio le dijo a Oscar que ayudara a la señorita en todo lo que necesite, que él debía salir para ver algo sobre un contrato. Entonces dejó solos a los compañeros.
El intruso respondió que con mucho gusto y después de despedir a Don Julio se dirigió a Ariana como si ya la conociera, - ¿Dime Ariana en qué te puedo ayudar? Ariana sólo movía la cabeza de un lado a otro, sin poder creer lo que acaba de pasar en aquella oficina. Debía ser una pesadilla, como la de la noche anterior. Sin decir una sola palabra salió de la oficina y se fue a su casa a llorar desconsoladamente.
No volvería jamás allá, no quería saber nada de la constructora, ni de Oscar, ni de su jefe, ni de Don Julio, ni de nadie. Se quedaría en su casa, donde estaba a salvo. Pasó un par de días encerrada en su departamento, a pesar de que hizo hasta lo imposible para no pensar en lo ocurrido, en la noche no pudo dormir y revivió paso a paso todo lo que había pasado, especialmente el ruego de Oscar y luego aquel otro rostro preguntándole en qué le podía ayudar. Todo parecía una historia de cine o de una novela. No podía ser cierto, se repetía así misma que estas cosas no pasan en la vida real. De pronto pasó a la etapa de negación y empezó a pensar que todo había sido un mal entendido, que probablemente este hombre también se llamaba Oscar y que Don Julio supuso que ella preguntaba por él y no por el antiguo; y que probablemente él la conociera de vista y por eso le había hablado tan familiarmente.
Estos razonamientos la tranquilizaron bastante, pero le creó más curiosidad, además que todavía tenía la necesidad de encontrar al Oscar de ojos color miel para hablar con él y preguntarle sobre ese último episodio tan intrigante, como urgente. Sin mencionar que le habían llamado muchas veces de la constructora preguntando por su salud y si volvería a trabajar. Esa noche decidió volver a la oficina para aclarar el mal entendido, disculparse por su repentina desaparición, presentar su carta de renuncia y tratar de averiguar algún dato que le sirviera para encontrar a su Oscar.
Después de mucho, las últimas horas antes de que amaneciera pudo dormir profundamente, la noche era cálida y la luna, algo extraña por el tamaño, velaba su sueño. El sonido del silencio abrazaba la cabeza de Ariana que buscaba desesperadamente la tranquilidad en el mundo de Orfeo.
La mañana siguiente, extrañamente había amanecido con un cielo encapotado y gris; a pesar de una cierta tranquilidad que se había obligado a sentir Ariana, su ánimo estaba del mismo color que el tiempo. Le había costado mucho despertarse esa mañana parecía que el sueño, después de mucho tiempo, no la quería soltar, no la quería dejar ir, pero el despertador repetía su llamado y tampoco la dejaba dormir tranquila.
Sacó fuerza de voluntad desde el estómago, levantó su cuerpo como pudo y aunque no tenía fuerzas ni ánimo para arreglarse lo hizo, no podía dejar ver a sus compañeros de trabajo el estado en el que se encontraba. Imprimió su carta de renuncia y sin probar bocado salió de su departamento. A pesar del maquillaje tenía una palidez abrumadora. Su cuerpo no le respondía como ella quería, por lo que su caminar era gracioso, tomó un taxi y durante el trayecto se puso a ver por la ventana del auto pasar la vida tan tranquila como siempre, todos con sus vidas tal vez vacías, pero sin incertidumbres como las que tenía Ariana en el alma y en el corazón. Todos los que pasaban le parecían fantasmas sin vida y sin color.
Llegando a la constructora casi baja del taxi sin pagar al conductor, estaba como una zombi en medio de una pesadilla que parecía que ella misma había construido. Por fin bajó del auto entró a la constructora y fue directo a la Oficina de Don Julio a él le explicó como pudo el por qué de su renuncia, y claro le dijo mentiras acerca de su salud. Primero Don Julio pareció escucharla con atención, pero luego sintió como si ya no le interesaba. Al final, el hombre se puso de pie y muy serio le dijo a Ariana: - Disculpa Ariana, pero no puedo recibir tu renuncia, como bien decía el contrato debías informarnos con 30 días de anticipación y si quieres recibir el sueldo del mes pasado tendrás que quedarte hasta que encontremos un reemplazo para tu cargo.
Ariana, muy sorprendida palideció aún más de lo que estaba, no podía perder ese sueldo con el que ya contaba para pagar el alquiler de su departamento, sin contar que ya tenía que pagar su pensión y no sabía en qué trabajar luego. Por cansancio, después de una larga discusión tuvo que aceptar lo que propuso Don Julio. Debía reincorporarse de inmediato si no que quería seguir siendo descontada. Con la cabeza baja volvió a su lúgubre oficina, a dejar pasar la vida sentada en su gris sillón.
Lo único que la consoló fue que sería más fácil encontrar información sobre Oscar desde dentro de la constructora, los días fueron pasando y Ariana pudo averiguar dónde se encontraban los archivos de todos los empleados, incluidos los que habían renunciado o habían sido despedidos. Decidió dar el golpe el siguiente viernes porque había visto que la mayoría de sus compañeros salían más temprano de lo acostumbrado ese día.
Esperó pacientemente el viernes  pues pasaba por una etapa de resignación desolada, parecía no importarle nada, llegaba a su oficina y se sentaba mirando el monitor de su computadora sin hacer nada, las pocas tareas que le daban las hacía en el triple de tiempo que las hubiera hecho antes. Andaba somnolienta todo el tiempo, como si no durmiera en las noches por ver películas viejas o documentales aburridos. Su rostro tenía marcas de insomnio y tristeza; su ánimo al igual que su oficina se había tornado en un gris pesado y que se comía toda la alegría o esperanza que lo rodeara.
Por fin llegó el viernes, era su oportunidad, pero lo que no esperaba era que aquella oficina donde le habían dicho que estaban los documentos de todos los empleados estaba totalmente cerrada. Se preguntó por qué tanta seguridad por unos simples documentos, entonces tuvo que averiguar quién o quiénes tenían las llaves del lugar. Supo que solo el Gerente y Don Julio tenían las llaves. Entonces se puso a pensar cómo haría para obtenerlas, no sería fácil, pero era lo único que le quedaba, su vida se había transformado en una obsesión en saber qué le había pasado a Oscar.
Estuvo varios días tratando de imaginar la manera en la que podía obtener aquellas llaves y recordó una película que había visto, en la que conseguían copiar una llave de  la hendidura que hacía la original en una pastilla de jabón, el problema radicaba en conseguir por unos segundos la llave original. Esto era en lo único en lo que podía pensar, todas sus otras actividades habían quedado en segundo plano.
Pasaron un par de días y no se le ocurría nada para conseguir la llave. Entonces pasó algo imprevisto en la oficina, habían contratado a un nuevo empleado que se haría cargo del almacén de materiales de la constructora. Curiosamente el nuevo trabajador era bastante joven al igual que Ariana y Oscar y como ella había entrado con mucha energía y alegría, su nombre era Javier y desde el primer momento que la vio sintió un interés por Ariana; pero ella estaba como en otro planeta, siempre triste y lejana por lo que no dio ninguna importancia a su nuevo compañero, a pesar de que él hacía todo por saludarla y empezar una conversación.
Después de varias semanas, de pronto un día tuvo su gran oportunidad, Don Julio por descuido había dejado sus llaves en Secretaría y Rita mal humorada pidió a Ariana que le llevase de inmediato las llaves de vuelta a su dueño. Desde que planeó entrar al cuarto de los documentos del personal siempre llevaba consigo la pastilla de jabón. Entonces antes de dejar las llaves en la oficina de Don Julio entró al baño para sacar las copias, hizo dos de cada lado por si acaso. Luego fue casi corriendo a dejarlas para que nadie se diera cuenta que se había retrasado unos segundos.
Después de unos días, aunque le había costado mucho ya tenía las copias, también hizo hacer dos por si acaso. Decidió realizar su plan el siguiente viernes, esperó que todos se fueran temprano como siempre. Cuando pensó que estaba sola en el edificio se dirigió a la oficina y cuando solo le faltaban algunos pasos sintió una voz detrás de ella preguntándole algo. Su corazón se paralizó, sus manos se congelaron con el contacto de aquella llave prohibida, trató de tranquilizarse antes de voltear y descifrar la pregunta que le habían hecho e imaginar de quién se podía tratar.
Cuando por fin tuvo las agallas de voltear lo hizo esperando lo peor, pero no se imaginaba siquiera que el nuevo empleado Javier era quien se había dirigido a ella, cuando lo vio su alma regresó a su cuerpo, pero una rabia se apoderó de ella. Pero luego se dio cuenta que él no tenía la culpa, era nuevo y no parecía estar enterado sobre lo que estaba sucediendo en la Constructora, entonces lo saludó fríamente y se alejó.
Un viernes más perdido, su fin de semana fue un desastre lamentándose no haber podido averiguar nada, la depresión que la había agobiado durante todo este tiempo había ido creciendo y se tornaba en un momento de crisis total. Ya casi ni se arreglaba para ir a trabajar, pero extrañamente una belleza extraña reverberaba en su rostro pálido y triste.
Toda la semana siguiente la pasó como una muerta en vida, como si hubiera dejado el piloto automático encendido y ella en realidad se hubiera quedado dormida aquellos cuatro días y 16 horas, sólo cuando faltaron algunos minutos para la hora de salida del viernes pareció volver a la vida, aunque ésta había pasado inexorablemente por su cuerpo.
Nuevamente esperó que todos salieran del edificio para ejecutar su plan, esta vez se aseguró que nadie se había quedado más que ella. Entonces lentamente se dirigió a la oficina, sacó de su bolsillo el par de llaves que cuidadosamente había hecho hacer y probó primero con una, que a pesar de hacer muchos esfuerzos no logró abrir aquella puerta gris como todo el edificio y que parecía más pesada y grande que las demás. Sintió mucho miedo al comprobar el fracaso de la primera llave, por lo que su única esperanza era la segunda y si esta no abría, todo habría sido en vano. Otra semana perdida.
Con las manos húmedas por los nervios tomó la segunda llave y para desearle suerte la besó con sus labios secos y pálidos que ya no pintaba desde hace mucho, introdujo lentamente los dientes de la llave en la cerradura y respirando profundamente la giró, de pronto la puerta cedió sin ninguna resistencia, a pesar de aquel triunfo, un  terror frío se apoderó de Ariana, estaba frente a un cuarto atestado de estantes con documentos.
Era inverosímil ver tantos documentos de empleados, si en la Constructora eran no más de 30 empleados y tampoco la creación de la institución databa de mucho tiempo sino que solo hace unos 10 años había sido creada por el Ing. Garrón, entonces no podía ser que hubieran pasado tanto personal por la Constructora ¿o sí? Seguro le tomaría toda la noche revisar sólo una parte de todos aquellos documentos. Pero tenía que hacerlo debía averiguar qué estaba pasando en aquel lugar.
Respiró profundamente, entró a la oficina, cerró la puerta con llave por dentro y empezó a indagar. Primero  quiso saber si este archivo tenía una lógica y lo mejor fue que no era por orden alfabético sino por años, aunque no sabía la fecha en que había entrado Oscar intuyó que no fue hace mucho, entonces decidió revisar cinco años atrás. Pero si  la Constructora sólo existía desde hace diez años ¿por qué había entonces archivos de dos décadas anteriores?
Pero ella había venido a averiguar algo sobre Oscar, no debía importarle lo demás, entonces empezó a revisar; los dos primeros años parecían normales sólo le llamó la atención la hoja de un test sobre la vida familiar  y experiencia de trabajo que había en cada archivo y luego recordó que ella misma había llenado aquel test el primer día de trabajo, además de aquello todos los empleados tenían sus hojas de vida, con fotos bien retocadas, con su documentación en orden, incluso algunos todavía trabajaban en la constructora, aunque con ninguno jamás había entablado una conversación, pero los había visto vagar por el edificio.
Llegando al tercer año después de revisar más papeles por fin creyó encontrar el archivo de Oscar, casi se desmaya porque la foto mostraba la cara del intruso y donde quiso hallar aquellos ojos color miel con los que había soñado tantas noches sólo encontró el rostro enjuto del falso Oscar. A pesar de no estar segura para qué le servirían los datos de aquel hombre los copió en una hoja anexa.
Ya era muy tarde, por pura curiosidad se puso a revisar los siguientes archivos, no podía volver a su departamento porque seguro el portero había echado llave todas las puertas de salida y no tenía más sueño; cuando encontró su propio archivo la llenó de temor encontrar sus documentos sin una foto suya, estaba en blanco y cuando se puso a comparar su propio archivo con el del falso Oscar vio que habían muchas coincidencias y esto la puso más nerviosa; se fue dando cuenta por ejemplo que ninguno tenía familiares cercanos viviendo en la ciudad, ambos eran jóvenes y con poca experiencia de trabajo, entonces recordó que otros archivos tenían las mismas características, se puso a revisarlos y era cierto todos tenían las mismas particularidades y un escalofrío estremeció su cuerpo.
Pero ya solo le quedaba tiempo para ordenar lo que revisó y ya no pudo pensar más. A las ocho menos cinco salió y se mimetizó con todos sus compañeros que llegaban a trabajar, nadie tomó atención que iba con la misma ropa que el día anterior, tal vez  porque no les importaba de todos modos o porque desde hace un tiempo atrás no cuidaba para nada su presencia. Pero algo que todos notaron era su excitación y nerviosismo, no pudo ocultarlo, estaba ansiosa y aterrorizada por lo que podía pasarle.
Toda la mañana estuvo más perdida en su mente que nunca, ni siquiera se  había dado cuenta que Javier le había dejado una taza de café caliente sobre su escritorio con una notita que decía ¡Buen Día! Ariana tenía la mirada perdida, se sentía como una condenada a muerte esperando sus últimos minutos. Tomó el café que calentó su corazón y la notita le hizo sentir aliviada, por lo menos por unos minutos, de sus oscuros pensamientos.
Pasó el resto de la mañana leyendo el papel donde había copiado la dirección del falso Oscar, lo veía y reveía; después de su último encuentro había evitado totalmente encontrarse con el intruso; incluso lo que debía coordinar con él lo hacía a distancia, a través de la secretaria. Para ella, este hombre se había convertido solo en una sombra dentro de la oficina.
Por fin llegaba el medio día y podría ir a conocer aquella dirección, no parecía estar lejos, de todas formas no tenía apetito, se fue lentamente no sabía si el intruso volvía a su casa al medio día, debía ser precavida. Todo este asunto se iba tornando muy extraño y aterrador y eso la hacía sentir más deprimida todavía. Mientras caminaba lentamente a través de los escaparates de tiendas pudo ver su reflejo y un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando se dio cuenta que sus ojos eran idénticos a los de su Oscar, al que conoció apenas entrando a la constructora, estaban igual de tristes y desesperados, entonces no pudo evitar que las lágrimas resbalaran por su rostro.
Siguió caminando, sin pensar ya en la razón por la que se dirigía en esa dirección, recordando a Oscar y su tristeza, pensando en lo desesperado que se habrá sentido cuando quiso pedirle ayuda y ¿ahora?, ¿estaría muerto, vivo, sufriendo? Esta incertidumbre era peor que cualquier cosa incluso que seguir volviendo a la constructora día tras día. Pero en ese momento sintió que ya no le quedaban fuerzas, que era imposible pedir a su cuerpo continuar; pero ¿qué hacer? Se dejó caer en la patilla de un gran ventanal, sintió que su respiración se aceleraba y la vista se le iba oscureciendo hasta que perdió el conocimiento, de pronto escuchó voces lejanas que pedían ayuda.
Después de unos minutos despertó en un hospital y unas enfermeras le preguntaban su nombre y si quería llamar a alguien para informarle de su paradero. Ariana se dio cuenta que no tenía a nadie más que a sus jefes en la constructora, pero llamó en realidad para avisar que no volvería al trabajo, entonces se comunicó con Don Julio, quien preguntó las razones y por no querer discutir, Ariana le contó a grandes rasgos lo que le acababa de pasar. Entonces sintió a Don Julio sinceramente preocupado, pidiéndole la dirección del hospital y asegurándole que todo saldría bien.
No quiso pensar en nada y pronto llegó un doctor que le dijo que su problema, por el momento no era grave,  pero si continuaba podía costarle la vida. Entonces le explicó que era una mezcla de cansancio y una nutrición deficiente, empezó a hacerle preguntas que cómo estaba durmiendo, qué era lo que comía habitualmente, si tenía algún problema de alimentación como anorexia o bulimia. Ariana que se encontraba todavía muy débil pidió al doctor continuar con esa conversación más tarde. El médico aceptó, conminándola a descansar y alimentarse mejor.
Seguramente por las tabletas que le habían dado unos minutos antes, el sueño la envolvía dulcemente y pudo, después de muchas semanas dormir profundamente, este sueño fue tan profundo que ni siquiera le permitió soñar, o si lo hizo al despertar, después de varias horas no lo recordaba, se sentía descansada y hasta algo tranquila. Le pareció que todo era solo una horrible pesadilla que había terminado y las paredes blancas y frías de aquel hospital la tranquilizaban y la hacían sentir que estaba en un lugar a salvo de todo.
Pero de pronto la enfermera le anunció que tenía una visita y su piel se erizó al ver a Don Julio entrar a la sala con unas flores y anunciándole que la cambiarían de Hospital. Pero ¿por qué iban a cambiarla, qué había de malo en aquel hospital? Ella se sentía muy cómoda allí. Entonces Don Julio le explicó que aquel hospital no era del seguro de la Constructora y por ende ellos no podían hacerse cargo de sus gastos y suponían que ella tampoco podía pagarlos. Eso era cierto y Ariana, de nuevo, se sintió desolada y volvió de inmediato a su horrible pesadilla.
Don Julio se ocupó de todos los papeleos y mientras esto pasaba en la administración del hospital, Ariana recibió otra visita tan sorpresiva como la primera, un joven delgado, algo tímido pero con una sonrisa muy contagiosa le traía una sola flor en las manos, era un girasol enorme cuyos pétalos parecían dientes malformados, pero con un corazón enorme. Era Javier, el nuevo empleado de la Constructora, del que Ariana se había olvidado por completo; pero al verlo sintió que él podría ser su única esperanza. Javier se acercaba a la cama con una sonrisa tierna, pero tímida, con los ojos muy abiertos para no perderse la reacción de Ariana por su atrevimiento de visitarla. Sin pensarlo, en ella también se dibujó una tenue sonrisa en su rostro.
Como estaba nervioso, Javier solo atinó a saludarla cortésmente, le preguntó cómo estaba y le entregó la flor, ella le agradeció y le dijo que se sentía mejor. De pronto a Ariana no se le ocurrió cómo pedirle ayuda a aquel joven, sin darle muchas explicaciones, entonces recordó que Don Julio iba a regresar, no tenía mucho tiempo; y si se la llevaban al Hospital de la Constructora tampoco podía saber si volvería a ver a Javier. Todas estas reflexiones la agobiaron por unos segundos y el miedo se fue apoderando de ella, se sintió acorralada, presa, no pudo más y tomó  a Javier del cuello de la camisa, él instintivamente abrió más los ojos al sentirse apresado por las manos de Ariana. Ella acercó la cabeza del joven hacia ella y en voz baja con los labios muy cerca al oído del joven alcanzó a decirle – ayúdame por favor, necesito que lo sepas-.
De pronto, Don Julio entró a la sala y su cara cambió al ver a Javier junto a la cama de Ariana, el joven también se sintió incomodo, entonces Don Julio tranquilizándose le preguntó qué hacía allí cuando había mucho trabajo en la Constructora, entonces Javier respondió que sólo había venido unos minutos para ver cómo estaba Ariana. Don Julio, como si fuera familiar de Ariana le agradeció su interés pero le dijo que ya se encontraba mejor y que sería mejor atendida en otro hospital, Ariana se quedó callada, pensando si Don Julio habría escuchado su conversación. Javier, algo confundido se fue deseándole a Ariana que se mejore y comprometiéndose a volverla a visitar trayéndole lo que necesitara, pero fue Don Julio, el que respondió que no era necesario, que todo lo que necesitara Ariana se haría cargo el seguro y que lo que realmente requería  ahora la enferma era reposo y tranquilidad.
Ariana miró a Javier con una cara de desesperación que lo desconcertó mucho más, pero él no pudo hacer nada, porque sintió las palabras de Don Julio como una sentencia definitiva, se fue cabizbajo queriendo ayudar a Ariana, pero sin saber cómo hacerlo, por qué le habría pedido ayuda de esa manera, ¿le pasaría algo más que su enfermedad? Desde que la conoció le había parecido algo extraña siempre triste y como en otro mundo, pero con una mirada tan dulce, con aquellos hermosos ojos color miel que no se los había podido quitar de la cabeza desde que los vio por primera vez.
Pasaron muchas semanas  y Javier iba todos los días a la constructora con la esperanza de volver a ver a Ariana, varias veces había preguntado por ella a Don Julio y éste siempre respondía con evasivas, diciendo que estaban a punto de darle de alta y que pronto volvería al trabajo; así pasaron un par de meses hasta que un día en el que Javier había llegado unos minutos tarde vio que la computadora de Ariana estaba encendida, lo primero que se le ocurrió fue que había regresado, que la volvería a ver. Esperó unos minutos en su puerta para poder saludarla pero no llegó, entonces se animó a preguntar por ella a la Secretaria que le dijo que ciertamente había vuelto, pero que estaba reunida con Don Julio para ponerse al día en su trabajo.
Una profunda alegría llenó el corazón de Javier, y todas las horribles historias que había construido en su cabeza sobre el futuro de aquella hermosa joven habían desaparecido, la volvería a ver, no le había pasado nada malo y podría preguntarle qué le había querido decir aquel día en el hospital, se fue a su oficina, pero decidido a volver para saludarla y ver cómo estaba, esa mañana volvió varias veces a la oficina de Ariana, pero no la podía ubicar siempre había salido a alguna diligencia o estaba con Don Julio.
Además que justo esa mañana le habían mandado a él a entregar unas invitaciones para la inauguración de un puente que habían terminado de construir hace pocos días, y cuando volvió a medio día Ariana ya se había ido a comer, ilusionado Javier buscó a Ariana en todos los restaurantes y pensiones cercanas, pero no la encontró, no había podido comer por buscarla, se fue muy temprano a la constructora para esperarla, pero Don Julio parecía empecinado en no dejarle encontrarse con Ariana, le había pedido reunirse con él para unos detalles de la inauguración del puente.
Cuando salió a media tarde de la reunión vio el bolso de Ariana en su oficina, recorrió con los ojos hasta su silla y estaba allí, con la espalda a la puerta muy concentrada frente a su computadora, no se animó a entrar, quería que su encuentro fuera especial y había olvidado tomar el girasol que había comprado al medio día. Volvió a su oficina a recoger la flor, aprovechó para pensar cuáles serían sus palabras, o tal vez sólo entregarle el girasol con una tarjeta que diga ¡BIENVENIDA! No sabía si era el momento propicio para invitarla a salir, sus encuentros no habían sido en circunstancias positivas, pero él creía que Ariana le debía una conversación, esa podría ser una buena frase. “tenemos una conversación pendiente”. No aguantaba más las ganas, se dirigió con paso firme hasta la oficina de Ariana, la encontró igual que hace unos minutos con los ojos puestos en la computadora, antes que diga nada por el alta voz del teléfono, el Ing. Garrón, el jefe de Ariana, le pidió que pasara a su oficina para dictarle unas cartas, ella no volteó sólo se dirigió a la puerta tomando una libreta que estaba al lado del monitor.
Javier se paralizó y retrocedió, pensando que no era buen momento para hablarle, volvió a su oficina contando los minutos para volver a la oficina de  Ariana, no podía concentrarse en nada más, le preocupó el girasol, quería que esté perfecto cuando se lo entregara a aquella mujer que le había quitado durante tantas noches el sueño, no solo por su extraña belleza sino por la preocupación de la última frase que le había dirigido en el hospital. Pero todo eso había pasado, estaba de vuelta y tendrían todo el tiempo del mundo para poder hablar de aquello.
Esperó casi media hora, que le pareció prudente, volvió a la oficina y encontró Ariana en la misma posición, lo cual le pareció curioso pero ideal para darle una agradable sorpresa, la nombró dulcemente y el corazón le latía rápidamente, cuando la joven volteó al escuchar su nombre, para Javier pareció que el tiempo pasaba en cámara lenta, el cabello era el mismo, la complexión del cuerpo también, pero el rostro no, se parecía en algo, pero no era Ariana, la de los hermosos y tristes ojos color miel.