martes, 29 de julio de 2008

PENSATORIO


¿Las mujeres no piensan?

Este fin de semana leí un artículo, cuya temática me llamó mucho la atención, el prejuicio de los hombres que creen que las mujeres no leen y por tanto no pueden ser inteligentes. Esta hipótesis me hizo pensar mucho sobre el tema y lo discutí con mi pareja, algunas de las conclusiones a las que llegué son las siguientes:
Cabe aclarar que yo me considero una defensora de la mujer, y no solo porque yo sea una de ellas, sino que respeto mucho la lucha de mis congéneres, que a lo largo de la historia y a través de la sociedad deben ingeniárselas para sobrevivir y ganar terreno frente a los hombres, por lo que mi punto de vista debe ser tomado desde esta declaración abierta.
Pero partamos de la hipótesis del artículo que leí, que los hombres nos menosprecian, sí. Esta afirmación, en muchos casos, es cierta; especialmente si hablamos del ámbito laboral. Cuántas veces he visto y escuchado “No te preocupes ‘mamita’ yo no más lo voy a hacer”; o simplemente en vez de enseñar a corregir un error, muchos hombres prefieren arreglarlo ellos mismos y ya. Claro la “pobrecita” mujer no podría hacerlo por ella misma. A pesar de que esto es una flagrante discriminación, creo que para nosotras, en parte, ha sido beneficioso.
Aclaro esta afirmación con un ejemplo que se da diariamente: una mujer entra a un cargo x, de una institución x, consiente de que gana menos que su vecino de escritorio y que probablemente tendrá más tareas. Pero bueno, ha entrado recién a trabajar y como en la mayoría de las organizaciones, no existe un entrenamiento previo para las funciones que debe cumplir, ella deberá ir aprendiendo sobre la marcha, y obviamente tendrá muchas dudas, pero sabe muy bien que si se lo pregunta a su vecino se ganará el irrespeto de éste. Por lo que tiene que vérselas sola;en cambio si fuera un hombre, se lo pregunta y el vecino le responde y ya. ¿En qué favorece esto a una mujer? Se preguntarán, pues mi hipótesis es que favorece en nuestra evolución.
Esta situación o algunas similares se han ido repitiendo a lo largo de la historia de la humanidad, y qué ha hecho la mujer, pues ha ido evolucionando, mucho más que los hombres, ¿por qué? Porque lo ha necesitado; si un ser humano carece de algo debe inventar una solución, una alternativa y ese ha sido el trabajo cotidiano de muchas mujeres. Por eso no es gratuito que muchas mujeres estén mejor preparadas para cargos ejecutivos que los hombres, pues nosotras hemos tenido que empezar desde abajo y sí hemos tenido que ser empleadas antes que ser jefas.
Pero no quiero santificar a las mujeres, estoy segura que mi hipótesis no se puede aplicar a todas y todos, pero sí en un amplio porcentaje es así que sólo preguntémonos cuántas autoridades mujeres tiene el país, cuántas presidentas de organizaciones existe y a cuántas altas ejecutivas conocemos, seguro que las hay pero muy pocas.
Tampoco quiero ser totalmente negativa, por lo que estoy segura que todo esto está cambiando, más lentamente en nuestro país, pero se está construyendo nuevas plataformas para las mujeres, donde depende de nuestra capacidad y nuestra inteligencia para ganar más y mejores espacios.

viernes, 25 de julio de 2008

EL PLAN

Por: Eliana Soza Martínez

Perdieron su libertad, como cuando se caza a un animal salvaje y se lo encierra. Los cinco fueron confinados en celdas demasiado pequeñas en las que apenas cabían un catre con un colchón de paja lleno de piojos, con algo parecido a una almohada en la cabecera que olía a estiércol cuando se apoyaban en ella; para cubrirse tenían viejas frazadas raídas por el tiempo, que sólo cubrían medio cuerpo y que olían tan mal como las almohadas.

Les habían dejado conservar la ropa que llevaban puesta, pero que con los años estaba sucia y mal oliente, porque no había donde lavarlas, los habían llevado al fin del mundo, muy cerca al infierno, donde no había ninguna esperanza de sobrevivir.

Lo peor de todo no eran las celdas, sino la soledad que los envolvía todas las noches, junto a un dolor agudo que recorría sus cuerpos al ritmo de su desesperación. La causa, sin duda era el hambre y la rabia de haber sido encerrados. Los cinco compartían este dolor, pues les llevaban comida cuando se acordaban que existían y todos habían sido atrapados de la forma más estúpida. Si no hubieran sido envueltos por el terror, tal vez alguno se hubiera salvado del encierro en este purgatorio.

Pasaron varios años y todos envejecieron rápidamente, el sufrimiento cubre rápidamente de canas el cabello; sus cuerpos habían quedado hechos unos despojos, que poco servían para nada. Pero algo había quedado intacto, desde el primer día que habían pisado este lugar, el deseo de recuperar su libertad.

Estuvieron años planeando su huída, aunque esto significara perder la vida en el intento, ésta era mejor opción que quedarse a morir lentamente. Todo comenzó con la información que recibieron de otro preso, o tal vez simplemente era una leyenda. Éste les contó como hace unos años dos presos habían logrado escapar por la puerta de enfrente como si salieran por su casa. Pero que después de ellos nadie más lo había intentado.

Esto hizo renacer la esperanza en sus cansados corazones, pero querían hacerlo bien, entonces empezaron a organizarlo todo; uno de ellos consiguió un instrumento en forma de llave maestra, para abrir las cerraduras de las puertas; otro, obtuvo un arma que utilizarían en caso de cualquier percance, y un tercero finalmente consiguió el mapa general de aquel purgatorio; en la cárcel, con algo de dinero es fácil conseguir lo que se necesite.

En sus horas para caminar, fuera de sus celdas, estudiaban cuidadosamente el mejor camino de salida y cómo llevar a cabo su plan. Habían revisado el plan tantas veces que todos estaban seguros de poder salir con los ojos vendados. Lo único que faltaba era saber cuántos guardias se quedaban a custodiar por las noches. Uno de ellos averiguó que solo tres se quedaban, uno en el último pasillo, otro en el patio y el último como centinela en la puerta de calle.

Después de muchos meses y luego de arreglar todos los preparativos, decidieron huir una noche sin luna, esto ayudaría a no ser divisados por los centinelas. Las cerraduras de las celdas no fueron ningún problema. Cuidaron que todos sus movimientos tengan el menor ruido posible; cuidaban sus pasos y controlaban hasta su respiración.

Después de haber recorrido la mitad del camino sin ningún percance, no podían creer que faltaran tan solo unos metros para ser libres de nuevo, sintieron los latidos de sus corazones que palpitaban a un mismo ritmo. Recorrieron paso a paso el camino estudiado meses atrás, un sudor frío recorría sus sienes, pasando por sus cuellos ya arrugados y llegando a su pecho, donde parecía que se iba a evaporar por el ardor de su impaciencia.

Nada más una puerta los separaba de su ansiado objetivo, todos se vieron cruzarla y ser libres de nuevo. Pero de pronto el último guardia que acababa de despertar por un mal sueño que tuvo se percató de lo ocurrido, corrió hacia ellos y sin pensarlo dos veces disparó a quemarropa. Tres cayeron bañando de sangre el piso del último pasillo, uno de ellos llevaba el arma, por lo que no pudieron defenderse. Ellos fueron los únicos que encontraron la libertad esa noche.

Los dos que quedaron, después de haber sido castigados varios meses en una celda peor de la que tenían y con menos comida que antes, a pesar de ser menos, y el dolor de haber perdido a sus compañeros, una fuerza mayor que ellos mismos los impulsó a buscar un camino alternativo, a ensayar nuevamente todos los detalles y a buscar la forma de conseguir dos instrumentos para las cerraduras y dos armas para cualquier percance.