ARIANA
Por: Eliana Soza Martínez
Era su primer día de trabajo, a pesar de la tensa
entrevista que le hizo el Ing. Garrón, su nuevo jefe, Ariana estaba feliz de
haber encontrado empleo, pero también se sentía preocupada porque hace mucho
que no tenía un trabajo “oficial” con horarios fijos y con alguien a quien
rendir cuentas. Estos dos sentimientos le habían quitado el sueño esa misma
noche, dejándole un insomnio inquietante y abrumador. Recordaba a su nuevo jefe
haciendo todas esas preguntas, y las
bromas de mal gusto que hizo al conocerla, no fue un buen augurio para el
futuro, pero necesitaba contar con algo de estabilidad en su vida y este trabajo
significaba un año de seguridad, con beneficios laborales incluidos.
Una temporada atrás había estado haciendo un
par de trabajos para unos clientes, pero de forma independiente, sin horarios
que respetar, pero con poca entrada de dinero. Ahora debía levantarse temprano,
tenía un horario de 8 horas y un jefe “sui géneris” que la asustaba un poco; a
esto se sumaba que sus funciones no estaban exactamente delimitadas, por lo que
estaba como en una cita a ciegas, sin saber qué le esperaba.
Para ella, su primer día fue estresante, el
edificio de la constructora era bastante grande y solo pudo conocer a cuatro
empleados de los 25 o más que trabajaban
en la constructora, unos cuantos empleados de planta y los demás temporales. Rita,
la secretaria que era una mujer mayor de
rostro duro y seco que la había visto de arriba abajo cuando la
presentaron; Don Julio, el administrador, que era el que más se esforzaba por
hacerla sentir bien; el Ing. Garrón, su Jefe con quien apenas había
intercambiado un par de palabras ese día y Oscar, el asistente de
administración, un muchacho joven y apuesto pero que tampoco le había dirigido
la palabra.
Ese día, Don Julio le enseñó su oficina, que
estaba frente a la cafetería y a las gradas de entrada y paralela a la oficina
de Administración. Todo el ambiente de la constructora tenía un aire extraño.
El interior de las oficinas era oscuro y frío; las ventanas eran muy pequeñas respecto
al tamaño de las oficinas y las cortinas muy
gruesas para dejar entrar luz natural. La mayoría del tiempo debían
estar encendidas las luces para poder leer los documentos, aunque aquella luz
también tenía algo de melancólico y triste. La oficina de Ariana estaba antes
de la oficina principal del Gerente, era pequeña, pintada de un color gris opaco
con muebles metálicos, antiguos y poco prácticos, había demasiadas sillas y
algunos estantes demás; sobres, papeles y archivadores repletos de documentos
que aunque quisiera no podría terminar de revisar durante toda su vida.
La única persona que le había causado una
impresión especial fue Oscar, el asistente, que a pesar de su desdén y frialdad, tenía un aire melancólico
que estremeció y fascinó a Ariana.
Además tenía unos hermosos ojos color miel, con una mirada triste, pero tan cautivadora
a la vez; su porte era la de un príncipe, con aquel cabello lacio color trigo y
esas manos con dedos largos, bien formados; su piel blanca, pero dorada por el
sol. Su forma de vestir denotaba una juventud en esplendor, los pantalones de
jean rectos y la polera que dejaba ver los músculos de sus brazos; además el
hecho de tener una motocicleta lo hacía ver rebelde y más encantador todavía.
Después de unos días de haberse enterado de algunas
de sus funciones como asistente personal del Ing. Garrón, Gerente General de la Constructora y
haberse instalado como pudo en su oficina, vanos habían sido sus intentos por
conseguir una conversación con Oscar, él siempre era tan distante, siempre
estaba melancólico, hacía lo estrictamente necesario en su trabajo, imbuido completamente
en su computadora o caminaba por toda la oficina sin ver a las personas con las
que se cruzaba y mucho menos a Ariana, a pesar que ella hacía de todo por
llamar su atención. Ariana trataba de vestir lo mejor posible, porque se
imaginaba que así podría llamar la atención de
Oscar, pero el frío de las oficinas impedía que pueda ir con algo más provocativo.
Intentaba inventar excusas por las que tenía que coordinar alguna tarea con él,
pero siempre recibía una respuesta lacónica y rigurosamente laboral.
Fueron muchas las hipótesis, que barajaba
Ariana, sobre el cautivador compañero, lo más lógico era que tenía novia y por
eso era así con ella, aunque esto no explicaba el por qué de su tristeza, sin
embargo esa melancolía era lo que más la cautivaba. Pero nunca lo había visto
recibir una llamada personal y en las horas fuera del trabajo ni siquiera se lo
había topado por la calle, pues vivían en una ciudad pequeña y se podía dar
esta situación. No podía averiguar más información sobre Oscar con los otros
compañeros, pues no sabía por qué pero no confiaba en nadie, todos parecían
ocultar algo y sus miradas siempre le parecían siniestras y repelentes.
Otra hipótesis era que tal vez tenía un
familiar enfermo, o estaría casado, pero eso se sabría de inmediato, no llevaba
anillo de matrimonio, ni señales de haberla usado. Una madre enferma quizás, un
padre, un hermano. Cuando Ariana tenía tiempo libre en la oficina, que era las
más de las veces, y podía observarlo sin que él se de cuenta empezaba a crearle
vidas alternas, que explicaran aquella tristeza, algunas muy descabelladas,
pero otras tenían tanto sentido que empezaba a creerlas ciertas. De pronto ya
le había construido una historia, una personalidad, obviamente como a ella le
gustaría que fuera y el amor fue naciendo por aquel personaje, que ella misma
había creado.
En general, esa era la mejor forma de pasar
el tiempo pues las horas en la oficina se hacían tan largas e impenetrables,
como si el reloj, caprichoso, quisiera que los minutos duraran mucho más esas
ocho horas en las que estaba allá. Se sentía mucho peor porque después de
haberse instalado nadie le dirigía palabra si no era estrictamente necesario,
lo que hacía el ambiente de trabajo más lúgubre que el espacio que le habían
asignado. Ella trató de mejorar la imagen de su oficina con algunos detalles que llevó
para darle algo de color, pero todo parecía en vano. El gris de las paredes parecía
comerse todo lo que tenía un color diferente.
Las cosas no estaban saliendo como Ariana
esperaba, por más que intentaba, Oscar, como los demás, no la incluía en el
equipo, aunque él tampoco parecía ser parte del grupo. Todo esto la convirtió
en una persona susceptible, sentía que sus compañeros comentaban sobre ella a
sus espaldas, la miraban de forma tan extraña y siniestra, que le causaba escalofríos.
Lo peor era que no veía a menudo a su jefe, tal vez una vez a la semana, cuando
le daba un par de tareas, que ella
terminaba de inmediato, pero que su jefe recién revisaba la siguiente semana,
por lo que sentía que no avanzaba en su trabajo y que tampoco estaba
aprendiendo mucho, se sentía estancada sin un norte.
Todo el entorno de la constructora le parecía
extraño y nocivo para ella, por lo que estuvo a punto de renunciar y esperar
otra oportunidad fuera de aquella oficina gris que le oprimía el corazón, pero
algo lo cambió todo. Una mañana en la que Ariana estaba revisando la
información que le había pedido su jefe hace unos días atrás, una torre de
folders apilada en su escritorio se desequilibró y cayó al suelo, se agachó a
recogerlos y de pronto sintió que cautelosamente, unos pasos se aproximaban a
su escritorio y una voz dulce pero muy baja la hablaba desde su espalda.
–Ariana tienes que ayudarme, no puedo más, tengo que decírselo a alguien-.
Entonces cuando ella reaccionó y se dio la vuelta vio aquellos hermosos ojos
color miel, tristes como siempre, pero llenos de espanto. Antes que pueda
decirle algo, de pronto y violentamente salió su jefe, como nunca lo hacía y le
pidió que entrara para darle más tareas.
Ariana tuvo que obedecer, con la esperanza de
encontrar a Oscar cuando saliera, pero cuando su jefe terminó de explicarle lo
que necesitaba, Oscar ya no estaba en su escritorio, había desaparecido, lo
buscó todo el día por todas las oficinas y no lo encontró por ningún lado. Le
preocupó tanto que se atrevió a preguntar por él a la Secretaria, pero de
ésta solo obtuvo una mueca de no saber nada.
El siguiente día tampoco pudo ver a Oscar,
sólo después de un par de días más él volvió a trabajar, mucho más demacrado de
lo que lo había visto las últimas semanas. Cuando intentó hablarle, él se
disculpó y se alejó de ella. No podía entender lo que pasaba y menos aún la
actitud de Oscar, que ahora parecía que no la soportaba. Después de unos días
de intentar, en varias ocasiones, hablar con él, se resignó a esperar que él
nuevamente se acercara a ella.
Pero eso nunca ocurrió y de pronto un día Oscar pidió vacaciones por una semana.
Para Ariana aquella semana fue la más larga de su vida, no podía buscarlo,
porque no sabía donde vivía, ni siquiera sabía un número de teléfono donde
ubicarlo, solo le quedaba esperar. Los días pasaban lentos como si no quisieran
irse y más para ella que no podía ver a Oscar e inventar más detalles acerca de su vida, lo único que
se le ocurrió hacer es meditar en otras hipótesis de lo que quería decirle
aquel día y sobre las razones de su miedo. Por fin llegó el viernes, qué dulce
sintió la última hora de trabajo sabiendo que al día siguiente no tenía que
regresar a ver las caras horribles de sus compañeros y la indiferencia más fría
de su jefe.
El fin de semana estuvo inquieta, pero trató
de distraerse viendo películas viejas,
sola como siempre en su departamento. Pero, antes de dormir, nuevamente, le
asaltaba la incógnita de qué habría querido decirle Oscar con tanta urgencia y
misterio y por qué habría desaparecido después sin una explicación. Después de
un fin de semana opaco y casi sin dormir, por fin llegaba la noche del domingo,
mañana lo vería y no importaba lo que pasara, estaba decidida aunque sea a
raptar a Oscar después del trabajo para preguntarle qué había pasado.
El lunes llegó pronto, como nunca Ariana se
levantó sin esfuerzo, se arregló lo mejor que pudo y se dirigió a la
constructora muy temprano, llegó mucho antes de las 8, nadie había llegado
todavía, subió a su oficina, encendió su computadora y se puso a esperar la
llegada de Oscar, tenía las manos frías por el invierno y los nervios del
encuentro. Todos fueron llegando, Don Julio, Rita, la Secretaria, y todos los
que trabajaban en la planta alta. Los minutos iban pasando y no había ni
rastros de Oscar, ya pasaban más de los 10 minutos de tolerancia para la
llegada y nada. No aguantaba más, y se decidió a bajar al estacionamiento y
buscar la moto de Oscar, pero tampoco la encontró. Tuvo que volver a su oficina
sin ninguna novedad. Abrió la ventana que daba a la calle para poder escuchar
el sonido de la moto al llegar al edificio. Pero los minutos fueron pasando, la
mañana se escurría fría y lenta por los relojes y nunca se escuchó el escape de
la moto.
Al medio día, de salida volvió al
estacionamiento para cerciorarse que no estaba la motocicleta y no estaba, fue
a comer desolada, a penas probó bocado,
volvió deprisa a su departamento, se cambió de ropa y regresó a la
constructora, lo más rápido que pudo. Nuevamente llegó mucho antes de las 2 de
la tarde, fue la primera en llegar, subió a su oficina, ya ni tuvo que encender
la computadora porque se encontró con que la había dejado prendida por la
mañana, ya no sabía qué tenía en la cabeza. Se sentó frente a ella y se puso a
esperar, no encontraba con qué distraerse para hacer más corta la espera. De
nuevo todos fueron llegando pero ni rastros de Oscar, volvió a bajar al
estacionamiento y tampoco encontró nada.
Ya no aguantaba más; decidió preguntar por él
con alguna excusa de trabajo, pero la secretaria no sabía nada; era cierto que
el viernes pasado había terminado su vacación
y que hoy debía volver, pero no lo había hecho y nadie sabía por qué. De
pronto el pánico empezó a inundar el corazón de Ariana y ¿si algo terrible le
había pasado? A nadie más parecía interesarle la suerte del Asistente de
Administración. Entonces pensó que Don Julio, que parecía el más normal de toda
la constructora podría darle alguna información y se animó a preguntar. – Don
Julio, estaba buscando a Oscar para un asunto que me pidió averiguar el Ing.
Garrón. Don Julio muy despreocupado le respondió. – Ahh Oscar acabo de hablar
con él tuvo un contratiempo en su vuelta del viaje que hizo y recién estará
mañana, pero si es urgente lo podemos ver conmigo- Ariana más tranquila le
respondió– No se preocupe, no es urgente puede esperar.
No sabía cómo correr hasta su oficina y gritar muy fuerte sin que
nadie la escuche. Estaba tan feliz de saber algo de él, era solo eso un
contratiempo en su vuelta, mañana ya estaría de nuevo trabajando, no le había
pasado nada terrible y mañana lo volvería a ver. Pero eso quería decir que
debía esperar otras 17 horas más, a pesar de su alegría esto la volvió a
intranquilizar. No sabía qué hacer para que el tiempo pase sin sentirlo. Rompió
todos los informes hechos para su jefe y los volvió a hacer, decidió organizar
los papeles de uno de los muchos
estantes que habían en su oficina, esto sirvió para que no sean tan penosas las
horas de trabajo, pero también sirvió para sembrar una duda en su cabeza. Todos
los documentos que organizó no parecían ser los papeles de una constructora,
ninguno que estaba en español tenía un sentido claro y los demás estaban en
diferentes idiomas, menos inglés que era el idioma que más o menos leía Ariana.
Esto dificultó la tarea de ordenarlos, al final decidió organizarlos por tamaño
y así terminó a las 6 en punto.
Como no era usual Don Julio pasó por su
oficina y la encontró terminando de organizar los documentos, Ariana vio que su
cara se desencajaba y se asustó mucho. De pronto pareció que Don Julio tragaba
algo muy grueso por la garganta, pero con una voz tranquila le preguntó lo que
hacía.
Ariana temerosa le respondió que trató de
ordenar todos aquellos papeles, entonces Don Julio más tranquilo aún le dijo
que no se molestara que ese no era su trabajo y que mejor no toque más ningún
estante, que de inmediato pediría que cierren con llave cada aparador porque
todos los papeles eran confidenciales y no se podía perder ninguno. Habló algo
de una auditoría, que Ariana no terminó de escuchar bien, porque tenía la
cabeza puesta en irse a su departamento a esperar el siguiente día. Esa noche,
como las anteriores, también fue muy larga para ella. A las 5 de la mañana ya
estaba vestida, fue al baño a maquillarse y sólo entonces se dio cuenta que su
rostro había cambiado mucho, de pronto encontró la mirada triste de Oscar en
sus ojos, su cara había empalidecido de pronto, se veía más delgada y
demacrada, como los últimos días de trabajo de Oscar, no podía creerlo, pero se
parecía tanto a él que un escalofrío recorrió su espalda hasta chocar con su
cuello. Trató de ocultar todo esto con el maquillaje, pero solo pudo lograr
darse algo más de color en las mejillas.
De ida a la constructora se iba viendo en
cada parabrisas, ventana o espejo que encontrara en el camino y en cada una se
veía diferente, casi se para su corazón cuando en una ventana que tenía un
tenue color café vio en su propio rostro los hermosos ojos color miel de Oscar,
pensó que el estrés le estaba jugando una mala pasada, apresuró su paso y no volvió
a voltear a ningún vidrio.
Llegó una hora antes de la entrada a la Constructora por lo
que encontró cerrada la puerta, dio varias vueltas al manzano pero no pudo
encontrar ningún café cercano abierto para tomar algo hasta que abran las
puertas. Después de pensarlo un rato se fue caminando hasta una plazuelita que
estaba bañada de sol a esa hora, allí encontró un apacible banco en el que se
sentó más de media hora calentándose. De pronto sintió que los dedos de sus
pies se estaban acalambrando y pensó que sería por el frío y los puso sobre el
banco para que les diera mejor el sol y se dio cuenta que tenía puestos sus
zapatos viejos de casa. No podía creerlo, nunca le había pasado algo así, se
fijó la hora y ya no le alcanzaba el tiempo de volver a su departamento a
cambiarse.
Tuvo que entrar casi de hurtadillas a su oficina, varios de
sus compañeros ya habían llegado pero no Oscar. Tenía que irse a cambiar, no
podía quedarse así, pidió permiso a Don Julio y salió corriendo hacia su
departamento, antes pasó por el estacionamiento para cerciorarse de que Oscar
no había llegado, como no vio nada se fue tranquila, tomó un taxi, se cambió y
tomó otro taxi para volver. Al pasar nuevamente por el estacionamiento, no pudo
creer lo que veían sus ojos, tan reluciente como siempre estaba allí la
motocicleta, la vio como si estuviera bañada por un aura celestial y podría
haber jurado que escuchó una dulce melodía cuando sus ojos se posaron en aquel vehículo.
Eso quería decir que había vuelto, que por
fin vería a Oscar sentado en su escritorio taciturno como siempre, o tal vez
sus vacaciones habían servido para cambiar su humor, corrió como loca las
escaleras, tomó algo de aire antes de subir los últimos peldaños, se arregló el
cabello que lo tenía algo desordenado y llegó justo frente a la oficina de
Oscar, su sorpresa fue grande cuando no lo encontró sentado en su silla, pero
pensó que estaría haciendo algún mandado o algo así.
Entró a su oficina hizo que hacer algo en la
computadora, siempre atenta a su puerta para ver cuando Oscar entrara a su
oficina, pero pasaban los minutos y nada, no podía ser que él se haya ido si su
moto estaba en el estacionamiento, volvió a bajar a ver si la moto seguía donde
la había visto. Al descender las escaleras un temor se apoderó de ella y si
solo se había imaginado ver la moto y si no la encontraba ¿qué haría? Dudó en
dar la última vuelta para llegar al estacionamiento, pero tenía que hacerlo, no
podía quedarse con esa duda que carcomería su alma toda la mañana. Por fin
llegó y la encontró como antes, no había sido un juego de su mente, la moto
estaba allí y su dueño debía estar en algún lugar de la constructora, solo
tenía que encontrarlo.
Siguió buscando de forma muy disimulada, por
todas las oficinas, la cafetería, la portería, el almacén y todos los
escondrijos de la constructora y nada. La única posibilidad era que había
salido a un encargo, pero lo extraño era que no se había ido en su moto, pero
claro podía haber usado otra de la empresa o la camioneta, decidió calmarse y
volver a su oficina, en algún momento tenía que pasar por ahí.
Al llegar abrió las pocas ventanas que tenía
y las gruesas cortinas, quería escuchar la llegada de la movilidad en la que
podía haber salido Oscar. Pasaron un par de horas, en las que lo único que la
distrajo fue otra extraordinaria solicitud de su jefe sobre la información de
un contrato que debían firmar. De pronto escuchó el motor de una motocicleta
entrando al estacionamiento, saltó de su silla giratoria, pero luego ella misma
se tranquilizó, diciéndose así misma que no debía demostrar tanto interés
después de cómo la había tratado Oscar esos últimos días. Tardaba en subir,
pero vio acercarse el casco de protección con esos hermosos colores rojos y
blancos formando una llamarada, pero no podía creer lo que veían sus ojos, las
manos que tomaban el casco no eran las de Oscar, la voz que hablaba con otro
compañero tampoco y cuando por fin se vio todo su cuerpo y el rostro tampoco
eran de Oscar.
Lo primero que pensó Ariana era que lo habían
despedido, que lo habían cambiado por aquel intruso que aunque tenía la misma
estatura y una complexión corporal parecida y el rostro tenía algo de parecido,
no era su Oscar. Además el parecido era como el de una caricatura, el intruso
era más duro, con una nariz que sobresalía, ocultando unos ojos pequeños que no
tenían el cautivador color miel de Oscar; sus manos eran más rudas, descuidadas
y parecían más torpes también. No sabía qué hacer; la pregunta era por qué
llevaba el casco de Oscar y dónde estaba él. Supuso que si lo habían despedido
y su moto estaba abajo era porque tendría que terminar algún trámite o debían
pagarle su indemnización, o algo así.
Debía encontrarlo antes de que se vaya, sino
lo hacía lo perdería para siempre, buscó nuevamente por toda la constructora y
nada, hasta Don Julio le llamó la atención por no estar en su puesto de trabajo
tanto tiempo. Al finalizar la tarde, no podía creerlo pero no lo encontró, ese
día todos se fueron como siempre, faltando tres minutos ya estaban en la
salida. Ariana estaba tan pasmada que no tuvo tiempo, ni ganas de preguntar a
nadie sobre Oscar, se quedó como diez minutos después de la salida esperando
verlo, pero todos salieron menos él, incluso el impostor, tan feliz que le dio
náuseas verlo bajar las escaleras como si nada.
Antes de irse a su casa decidió volver al
estacionamiento, pero la motocicleta ya no estaba y ella no tenía ninguna
respuesta a todas las preguntas que se le juntaron en la cabeza. Tuvo esa
sensación que alguna vez le habían descrito, pero que no la entendía porque no
la había sentido antes; impotencia de no poder hacer nada; nada para
encontrarlo, nada para saber de él, nada para entender lo que había pasado
aquel día. Estaba agotada, ya no sentía su cuerpo y fue en busca de su cama,
que sería lo único que podría consolarla, eso y un largo sueño sin pensar.
Pero la oscuridad no fue su cómplice aquella
noche, el sueño apenas llegó y cuando lo hizo no fue para nada tranquilo como
había esperado, las imágenes que había visto en todo el día se mesclaron en su
mente para construir una historia descabellada en la que ella se convertía en
Oscar y trataba de huir a toda costa de Ariana, hasta que ella lo encontraba y
el rostro se derretía descubriendo la misma cara de Ariana, entonces eran dos
mujeres iguales y Oscar desaparecía para siempre.
Por la mañana no pudo despertar temprano,
tampoco quería volver a la oficina, sin Oscar no tenía sentido regresar a ese
lugar, decidió llamar a Don Julio y decirle que se sentía enferma y que no
podría ir hoy, y se quedaría todo el día en la cama, esperando recuperar las
horas de sueño que perdió la noche anterior. Pero cuando llamó a Don Julio este
le dijo que no había problema, pero que si estaba necesitando a Oscar urgente
él estaba de vuelta. No pudo creerlo, su semblante se iluminó como si un haz de
sol la hubiese atravesado. Por un momento, no pudo contener su alegría, pero
luego ella misma se tranquilizó y le dijo a Don Julio que trataría de ir en la
mañana si se le pasaba el dolor de cabeza.
Inmediatamente salió a tomar una ducha fría,
se preparó un buen desayuno, decidió con calma extrema qué se pondría, la
mañana estaba cálida y era un buen pretexto para ponerse el vestido que había
comprado hace unos días pensando en Oscar. Caminó hasta la constructora, quería
disfrutar el clima que había mejorado repentinamente desde hace una semana. El
sol calentaba su piel, como una caricia agradable desde los dedos de sus manos
hasta sus hermosos hombros que quedaban descubiertos por el diseño del vestido.
Todos con los que se cruzaba parecían felices, ella regalaba sonrisas a
todos y algunos la veían extrañados.
Llegó a la constructora casi después de las 10 de la mañana y saludó a
todos con una sonrisa, la mayoría ni le contestó, aunque muchos le mostraron una
mueca de ironía. Fue directamente a su oficina y al pasar por la de Oscar, sólo
vio al intruso, pero eso no le quitó la alegría, seguro Oscar salió a algún
lugar, pero de nuevo pasaban los minutos y su alegría se estaba tornando en un
nerviosismo insoportable. Por lo que decidió hablar con Don Julio y preguntarle
abiertamente por Oscar.
Muy segura de sí misma, tocó la puerta y Don Julio la recibió, algo extrañado, pues
no pensaba verla, porque supuso que se seguía sintiendo mal y al verla tan
radiante parecía contrariado. Ella preguntó por Oscar, y Don Julio le respondió
que hace un minuto había hablado con él que debía estar en su oficina. Ariana
no quería hablar sobre el intruso, por lo que sólo le dijo que no había nadie
allá. Don Julio afirmó de nuevo que tendría que estar allí, entonces usando el
interno llamó a Oscar, éste sorpresivamente para Ariana respondió. Don Julio le
pidió que viniese a su oficina y Oscar accedió inmediatamente. Ariana no podía
creerlo, cómo había vuelto tan rápido sin cruzarse con ella, pero eso era lo de
menos. Él estaba viniendo y por fin lo vería, cuando tocaron la puerta su
corazón dio un vuelco, un nudo se le hizo en la garganta, pero no podía
demostrarlo. Don Julio pidió a Oscar que pase. Ariana esta de espaldas a la
puerta así que sólo escuchó sus pasos acercándose y cuando estuvo cerca sintió
el calor de su cuerpo, pues se había parado justo, junto a ella.
Todavía no quería verlo, quería
tranquilizarse un poco, para no parecer tan obvia, mientras Don Julio explicaba
a Oscar que Ariana lo había estado buscando con algo de urgencia para un tema
del Gerente General. Cuando Ariana pudo aclarar su garganta y contener las
lágrimas movió su cabeza afirmativamente y por fin dio vuelta su cabeza, un
escalofrío recorrió su cuerpo, ese hombre no era Oscar, era el intruso y antes
que pueda decir algo. Don Julio le dijo a Oscar que ayudara a la señorita en
todo lo que necesite, que él debía salir para ver algo sobre un contrato.
Entonces dejó solos a los compañeros.
El intruso respondió que con mucho gusto y después
de despedir a Don Julio se dirigió a Ariana como si ya la conociera, - ¿Dime
Ariana en qué te puedo ayudar? Ariana sólo movía la cabeza de un lado a otro,
sin poder creer lo que acaba de pasar en aquella oficina. Debía ser una
pesadilla, como la de la noche anterior. Sin decir una sola palabra salió de la
oficina y se fue a su casa a llorar desconsoladamente.
No volvería jamás allá, no quería saber nada
de la constructora, ni de Oscar, ni de su jefe, ni de Don Julio, ni de nadie.
Se quedaría en su casa, donde estaba a salvo. Pasó un par de días encerrada en
su departamento, a pesar de que hizo hasta lo imposible para no pensar en lo
ocurrido, en la noche no pudo dormir y revivió paso a paso todo lo que había
pasado, especialmente el ruego de Oscar y luego aquel otro rostro preguntándole
en qué le podía ayudar. Todo parecía una historia de cine o de una novela. No
podía ser cierto, se repetía así misma que estas cosas no pasan en la vida real.
De pronto pasó a la etapa de negación y empezó a pensar que todo había sido un
mal entendido, que probablemente este hombre también se llamaba Oscar y que Don
Julio supuso que ella preguntaba por él y no por el antiguo; y que
probablemente él la conociera de vista y por eso le había hablado tan familiarmente.
Estos razonamientos la tranquilizaron
bastante, pero le creó más curiosidad, además que todavía tenía la necesidad de
encontrar al Oscar de ojos color miel para hablar con él y preguntarle sobre ese
último episodio tan intrigante, como urgente. Sin mencionar que le habían
llamado muchas veces de la constructora preguntando por su salud y si volvería
a trabajar. Esa noche decidió volver a la oficina para aclarar el mal
entendido, disculparse por su repentina desaparición, presentar su carta de
renuncia y tratar de averiguar algún dato que le sirviera para encontrar a su
Oscar.
Después de mucho, las últimas horas antes de
que amaneciera pudo dormir profundamente, la noche era cálida y la luna, algo
extraña por el tamaño, velaba su sueño. El sonido del silencio abrazaba la
cabeza de Ariana que buscaba desesperadamente la tranquilidad en el mundo de Orfeo.
La mañana siguiente, extrañamente había
amanecido con un cielo encapotado y gris; a pesar de una cierta tranquilidad
que se había obligado a sentir Ariana, su ánimo estaba del mismo color que el
tiempo. Le había costado mucho despertarse esa mañana parecía que el sueño,
después de mucho tiempo, no la quería soltar, no la quería dejar ir, pero el
despertador repetía su llamado y tampoco la dejaba dormir tranquila.
Sacó fuerza de voluntad desde el estómago,
levantó su cuerpo como pudo y aunque no tenía fuerzas ni ánimo para arreglarse
lo hizo, no podía dejar ver a sus compañeros de trabajo el estado en el que se
encontraba. Imprimió su carta de renuncia y sin probar bocado salió de su
departamento. A pesar del maquillaje tenía una palidez abrumadora. Su cuerpo no
le respondía como ella quería, por lo que su caminar era gracioso, tomó un taxi
y durante el trayecto se puso a ver por la ventana del auto pasar la vida tan
tranquila como siempre, todos con sus vidas tal vez vacías, pero sin
incertidumbres como las que tenía Ariana en el alma y en el corazón. Todos los
que pasaban le parecían fantasmas sin vida y sin color.
Llegando a la constructora casi baja del taxi
sin pagar al conductor, estaba como una zombi en medio de una pesadilla que
parecía que ella misma había construido. Por fin bajó del auto entró a la
constructora y fue directo a la
Oficina de Don Julio a él le explicó como pudo el por qué de
su renuncia, y claro le dijo mentiras acerca de su salud. Primero Don Julio
pareció escucharla con atención, pero luego sintió como si ya no le interesaba.
Al final, el hombre se puso de pie y muy serio le dijo a Ariana: - Disculpa
Ariana, pero no puedo recibir tu renuncia, como bien decía el contrato debías
informarnos con 30 días de anticipación y si quieres recibir el sueldo del mes
pasado tendrás que quedarte hasta que encontremos un reemplazo para tu cargo.
Ariana, muy sorprendida palideció aún más de
lo que estaba, no podía perder ese sueldo con el que ya contaba para pagar el
alquiler de su departamento, sin contar que ya tenía que pagar su pensión y no
sabía en qué trabajar luego. Por cansancio, después de una larga discusión tuvo
que aceptar lo que propuso Don Julio. Debía reincorporarse de inmediato si no
que quería seguir siendo descontada. Con la cabeza baja volvió a su lúgubre
oficina, a dejar pasar la vida sentada en su gris sillón.
Lo único que la consoló fue que sería más
fácil encontrar información sobre Oscar desde dentro de la constructora, los
días fueron pasando y Ariana pudo averiguar dónde se encontraban los archivos
de todos los empleados, incluidos los que habían renunciado o habían sido
despedidos. Decidió dar el golpe el siguiente viernes porque había visto que la
mayoría de sus compañeros salían más temprano de lo acostumbrado ese día.
Esperó pacientemente el viernes pues pasaba por una etapa de resignación
desolada, parecía no importarle nada, llegaba a su oficina y se sentaba mirando
el monitor de su computadora sin hacer nada, las pocas tareas que le daban las
hacía en el triple de tiempo que las hubiera hecho antes. Andaba somnolienta
todo el tiempo, como si no durmiera en las noches por ver películas viejas o
documentales aburridos. Su rostro tenía marcas de insomnio y tristeza; su ánimo
al igual que su oficina se había tornado en un gris pesado y que se comía toda
la alegría o esperanza que lo rodeara.
Por fin llegó el viernes, era su oportunidad,
pero lo que no esperaba era que aquella oficina donde le habían dicho que
estaban los documentos de todos los empleados estaba totalmente cerrada. Se
preguntó por qué tanta seguridad por unos simples documentos, entonces tuvo que
averiguar quién o quiénes tenían las llaves del lugar. Supo que solo el Gerente
y Don Julio tenían las llaves. Entonces se puso a pensar cómo haría para
obtenerlas, no sería fácil, pero era lo único que le quedaba, su vida se había
transformado en una obsesión en saber qué le había pasado a Oscar.
Estuvo varios días tratando de imaginar la
manera en la que podía obtener aquellas llaves y recordó una película que había
visto, en la que conseguían copiar una llave de la hendidura que hacía la original en una
pastilla de jabón, el problema radicaba en conseguir por unos segundos la llave
original. Esto era en lo único en lo que podía pensar, todas sus otras
actividades habían quedado en segundo plano.
Pasaron un par de días y no se le ocurría
nada para conseguir la llave. Entonces pasó algo imprevisto en la oficina,
habían contratado a un nuevo empleado que se haría cargo del almacén de
materiales de la constructora. Curiosamente el nuevo trabajador era bastante
joven al igual que Ariana y Oscar y como ella había entrado con mucha energía y
alegría, su nombre era Javier y desde el primer momento que la vio sintió un
interés por Ariana; pero ella estaba como en otro planeta, siempre triste y
lejana por lo que no dio ninguna importancia a su nuevo compañero, a pesar de
que él hacía todo por saludarla y empezar una conversación.
Después de varias semanas, de pronto un día
tuvo su gran oportunidad, Don Julio por descuido había dejado sus llaves en
Secretaría y Rita mal humorada pidió a Ariana que le llevase de inmediato las
llaves de vuelta a su dueño. Desde que planeó entrar al cuarto de los
documentos del personal siempre llevaba consigo la pastilla de jabón. Entonces
antes de dejar las llaves en la oficina de Don Julio entró al baño para sacar
las copias, hizo dos de cada lado por si acaso. Luego fue casi corriendo a
dejarlas para que nadie se diera cuenta que se había retrasado unos segundos.
Después de unos días, aunque le había costado
mucho ya tenía las copias, también hizo hacer dos por si acaso. Decidió
realizar su plan el siguiente viernes, esperó que todos se fueran temprano como
siempre. Cuando pensó que estaba sola en el edificio se dirigió a la oficina y
cuando solo le faltaban algunos pasos sintió una voz detrás de ella
preguntándole algo. Su corazón se paralizó, sus manos se congelaron con el
contacto de aquella llave prohibida, trató de tranquilizarse antes de voltear y
descifrar la pregunta que le habían hecho e imaginar de quién se podía tratar.
Cuando por fin tuvo las agallas de voltear lo
hizo esperando lo peor, pero no se imaginaba siquiera que el nuevo empleado
Javier era quien se había dirigido a ella, cuando lo vio su alma regresó a su
cuerpo, pero una rabia se apoderó de ella. Pero luego se dio cuenta que él no
tenía la culpa, era nuevo y no parecía estar enterado sobre lo que estaba
sucediendo en la Constructora,
entonces lo saludó fríamente y se alejó.
Un viernes más perdido, su fin de semana fue
un desastre lamentándose no haber podido averiguar nada, la depresión que la
había agobiado durante todo este tiempo había ido creciendo y se tornaba en un
momento de crisis total. Ya casi ni se arreglaba para ir a trabajar, pero
extrañamente una belleza extraña reverberaba en su rostro pálido y triste.
Toda la semana siguiente la pasó como una
muerta en vida, como si hubiera dejado el piloto automático encendido y ella en
realidad se hubiera quedado dormida aquellos cuatro días y 16 horas, sólo
cuando faltaron algunos minutos para la hora de salida del viernes pareció
volver a la vida, aunque ésta había pasado inexorablemente por su cuerpo.
Nuevamente esperó que todos salieran del
edificio para ejecutar su plan, esta vez se aseguró que nadie se había quedado
más que ella. Entonces lentamente se dirigió a la oficina, sacó de su bolsillo
el par de llaves que cuidadosamente había hecho hacer y probó primero con una,
que a pesar de hacer muchos esfuerzos no logró abrir aquella puerta gris como
todo el edificio y que parecía más pesada y grande que las demás. Sintió mucho
miedo al comprobar el fracaso de la primera llave, por lo que su única
esperanza era la segunda y si esta no abría, todo habría sido en vano. Otra
semana perdida.
Con las manos húmedas por los nervios tomó la
segunda llave y para desearle suerte la besó con sus labios secos y pálidos que
ya no pintaba desde hace mucho, introdujo lentamente los dientes de la llave en
la cerradura y respirando profundamente la giró, de pronto la puerta cedió sin
ninguna resistencia, a pesar de aquel triunfo, un terror frío se apoderó de Ariana, estaba
frente a un cuarto atestado de estantes con documentos.
Era inverosímil ver tantos documentos de
empleados, si en la
Constructora eran no más de 30 empleados y tampoco la
creación de la institución databa de mucho tiempo sino que solo hace unos 10 años
había sido creada por el Ing. Garrón, entonces no podía ser que hubieran pasado
tanto personal por la
Constructora ¿o sí? Seguro le tomaría toda la noche revisar
sólo una parte de todos aquellos documentos. Pero tenía que hacerlo debía
averiguar qué estaba pasando en aquel lugar.
Respiró profundamente, entró a la oficina,
cerró la puerta con llave por dentro y empezó a indagar. Primero quiso saber si este archivo tenía una lógica
y lo mejor fue que no era por orden alfabético sino por años, aunque no sabía
la fecha en que había entrado Oscar intuyó que no fue hace mucho, entonces decidió
revisar cinco años atrás. Pero si la Constructora sólo
existía desde hace diez años ¿por qué había entonces archivos de dos décadas anteriores?
Pero ella había venido a averiguar algo sobre
Oscar, no debía importarle lo demás, entonces empezó a revisar; los dos
primeros años parecían normales sólo le llamó la atención la hoja de un test
sobre la vida familiar y experiencia de
trabajo que había en cada archivo y luego recordó que ella misma había llenado
aquel test el primer día de trabajo, además de aquello todos los empleados
tenían sus hojas de vida, con fotos bien retocadas, con su documentación en
orden, incluso algunos todavía trabajaban en la constructora, aunque con
ninguno jamás había entablado una conversación, pero los había visto vagar por
el edificio.
Llegando al tercer año después de revisar más
papeles por fin creyó encontrar el archivo de Oscar, casi se desmaya porque la
foto mostraba la cara del intruso y donde quiso hallar aquellos ojos color miel
con los que había soñado tantas noches sólo encontró el rostro enjuto del falso
Oscar. A pesar de no estar segura para qué le servirían los datos de aquel
hombre los copió en una hoja anexa.
Ya era muy tarde, por pura curiosidad se puso
a revisar los siguientes archivos, no podía volver a su departamento porque
seguro el portero había echado llave todas las puertas de salida y no tenía más
sueño; cuando encontró su propio archivo la llenó de temor encontrar sus
documentos sin una foto suya, estaba en blanco y cuando se puso a comparar su
propio archivo con el del falso Oscar vio que habían muchas coincidencias y
esto la puso más nerviosa; se fue dando cuenta por ejemplo que ninguno tenía
familiares cercanos viviendo en la ciudad, ambos eran jóvenes y con poca
experiencia de trabajo, entonces recordó que otros archivos tenían las mismas
características, se puso a revisarlos y era cierto todos tenían las mismas
particularidades y un escalofrío estremeció su cuerpo.
Pero ya solo le quedaba tiempo para ordenar
lo que revisó y ya no pudo pensar más. A las ocho menos cinco salió y se
mimetizó con todos sus compañeros que llegaban a trabajar, nadie tomó atención
que iba con la misma ropa que el día anterior, tal vez porque no les importaba de todos modos o porque
desde hace un tiempo atrás no cuidaba para nada su presencia. Pero algo que
todos notaron era su excitación y nerviosismo, no pudo ocultarlo, estaba ansiosa
y aterrorizada por lo que podía pasarle.
Toda la mañana estuvo más perdida en su mente
que nunca, ni siquiera se había dado
cuenta que Javier le había dejado una taza de café caliente sobre su escritorio
con una notita que decía ¡Buen Día! Ariana tenía la mirada perdida, se sentía
como una condenada a muerte esperando sus últimos minutos. Tomó el café que
calentó su corazón y la notita le hizo sentir aliviada, por lo menos por unos
minutos, de sus oscuros pensamientos.
Pasó el resto de la mañana leyendo el papel
donde había copiado la dirección del falso Oscar, lo veía y reveía; después de
su último encuentro había evitado totalmente encontrarse con el intruso;
incluso lo que debía coordinar con él lo hacía a distancia, a través de la
secretaria. Para ella, este hombre se había convertido solo en una sombra
dentro de la oficina.
Por fin llegaba el medio día y podría ir a
conocer aquella dirección, no parecía estar lejos, de todas formas no tenía
apetito, se fue lentamente no sabía si el intruso volvía a su casa al medio
día, debía ser precavida. Todo este asunto se iba tornando muy extraño y
aterrador y eso la hacía sentir más deprimida todavía. Mientras caminaba
lentamente a través de los escaparates de tiendas pudo ver su reflejo y un escalofrío
le recorrió el cuerpo cuando se dio cuenta que sus ojos eran idénticos a los de
su Oscar, al que conoció apenas entrando a la constructora, estaban igual de
tristes y desesperados, entonces no pudo evitar que las lágrimas resbalaran por
su rostro.
Siguió caminando, sin pensar ya en la razón
por la que se dirigía en esa dirección, recordando a Oscar y su tristeza,
pensando en lo desesperado que se habrá sentido cuando quiso pedirle ayuda y
¿ahora?, ¿estaría muerto, vivo, sufriendo? Esta incertidumbre era peor que
cualquier cosa incluso que seguir volviendo a la constructora día tras día.
Pero en ese momento sintió que ya no le quedaban fuerzas, que era imposible
pedir a su cuerpo continuar; pero ¿qué hacer? Se dejó caer en la patilla de un
gran ventanal, sintió que su respiración se aceleraba y la vista se le iba
oscureciendo hasta que perdió el conocimiento, de pronto escuchó voces lejanas
que pedían ayuda.
Después de unos minutos despertó en un
hospital y unas enfermeras le preguntaban su nombre y si quería llamar a
alguien para informarle de su paradero. Ariana se dio cuenta que no tenía a
nadie más que a sus jefes en la constructora, pero llamó en realidad para
avisar que no volvería al trabajo, entonces se comunicó con Don Julio, quien
preguntó las razones y por no querer discutir, Ariana le contó a grandes rasgos
lo que le acababa de pasar. Entonces sintió a Don Julio sinceramente
preocupado, pidiéndole la dirección del hospital y asegurándole que todo
saldría bien.
No quiso pensar en nada y pronto llegó un
doctor que le dijo que su problema, por el momento no era grave, pero si continuaba podía costarle la vida.
Entonces le explicó que era una mezcla de cansancio y una nutrición deficiente,
empezó a hacerle preguntas que cómo estaba durmiendo, qué era lo que comía
habitualmente, si tenía algún problema de alimentación como anorexia o bulimia.
Ariana que se encontraba todavía muy débil pidió al doctor continuar con esa
conversación más tarde. El médico aceptó, conminándola a descansar y
alimentarse mejor.
Seguramente por las tabletas que le habían
dado unos minutos antes, el sueño la envolvía dulcemente y pudo, después de
muchas semanas dormir profundamente, este sueño fue tan profundo que ni
siquiera le permitió soñar, o si lo hizo al despertar, después de varias horas
no lo recordaba, se sentía descansada y hasta algo tranquila. Le pareció que
todo era solo una horrible pesadilla que había terminado y las paredes blancas
y frías de aquel hospital la tranquilizaban y la hacían sentir que estaba en un
lugar a salvo de todo.
Pero de pronto la enfermera le anunció que
tenía una visita y su piel se erizó al ver a Don Julio entrar a la sala con
unas flores y anunciándole que la cambiarían de Hospital. Pero ¿por qué iban a
cambiarla, qué había de malo en aquel hospital? Ella se sentía muy cómoda allí.
Entonces Don Julio le explicó que aquel hospital no era del seguro de la Constructora y por
ende ellos no podían hacerse cargo de sus gastos y suponían que ella tampoco
podía pagarlos. Eso era cierto y Ariana, de nuevo, se sintió desolada y volvió
de inmediato a su horrible pesadilla.
Don Julio se ocupó de todos los papeleos y
mientras esto pasaba en la administración del hospital, Ariana recibió otra
visita tan sorpresiva como la primera, un joven delgado, algo tímido pero con
una sonrisa muy contagiosa le traía una sola flor en las manos, era un girasol
enorme cuyos pétalos parecían dientes malformados, pero con un corazón enorme.
Era Javier, el nuevo empleado de la Constructora, del que Ariana se había olvidado
por completo; pero al verlo sintió que él podría ser su única esperanza. Javier
se acercaba a la cama con una sonrisa tierna, pero tímida, con los ojos muy
abiertos para no perderse la reacción de Ariana por su atrevimiento de
visitarla. Sin pensarlo, en ella también se dibujó una tenue sonrisa en su
rostro.
Como estaba nervioso, Javier solo atinó a saludarla
cortésmente, le preguntó cómo estaba y le entregó la flor, ella le agradeció y
le dijo que se sentía mejor. De pronto a Ariana no se le ocurrió cómo pedirle
ayuda a aquel joven, sin darle muchas explicaciones, entonces recordó que Don
Julio iba a regresar, no tenía mucho tiempo; y si se la llevaban al Hospital de
la Constructora
tampoco podía saber si volvería a ver a Javier. Todas estas reflexiones la
agobiaron por unos segundos y el miedo se fue apoderando de ella, se sintió
acorralada, presa, no pudo más y tomó a
Javier del cuello de la camisa, él instintivamente abrió más los ojos al
sentirse apresado por las manos de Ariana. Ella acercó la cabeza del joven
hacia ella y en voz baja con los labios muy cerca al oído del joven alcanzó a
decirle – ayúdame por favor, necesito que lo sepas-.
De pronto, Don Julio entró a la sala y su
cara cambió al ver a Javier junto a la cama de Ariana, el joven también se
sintió incomodo, entonces Don Julio tranquilizándose le preguntó qué hacía allí
cuando había mucho trabajo en la Constructora, entonces Javier respondió que sólo
había venido unos minutos para ver cómo estaba Ariana. Don Julio, como si fuera
familiar de Ariana le agradeció su interés pero le dijo que ya se encontraba
mejor y que sería mejor atendida en otro hospital, Ariana se quedó callada,
pensando si Don Julio habría escuchado su conversación. Javier, algo confundido
se fue deseándole a Ariana que se mejore y comprometiéndose a volverla a
visitar trayéndole lo que necesitara, pero fue Don Julio, el que respondió que
no era necesario, que todo lo que necesitara Ariana se haría cargo el seguro y
que lo que realmente requería ahora la
enferma era reposo y tranquilidad.
Ariana miró a Javier con una cara de desesperación
que lo desconcertó mucho más, pero él no pudo hacer nada, porque sintió las
palabras de Don Julio como una sentencia definitiva, se fue cabizbajo queriendo
ayudar a Ariana, pero sin saber cómo hacerlo, por qué le habría pedido ayuda de
esa manera, ¿le pasaría algo más que su enfermedad? Desde que la conoció le
había parecido algo extraña siempre triste y como en otro mundo, pero con una
mirada tan dulce, con aquellos hermosos ojos color miel que no se los había
podido quitar de la cabeza desde que los vio por primera vez.
Pasaron muchas semanas y Javier iba todos los días a la constructora
con la esperanza de volver a ver a Ariana, varias veces había preguntado por
ella a Don Julio y éste siempre respondía con evasivas, diciendo que estaban a
punto de darle de alta y que pronto volvería al trabajo; así pasaron un par de
meses hasta que un día en el que Javier había llegado unos minutos tarde vio
que la computadora de Ariana estaba encendida, lo primero que se le ocurrió fue
que había regresado, que la volvería a ver. Esperó unos minutos en su puerta
para poder saludarla pero no llegó, entonces se animó a preguntar por ella a la Secretaria que le dijo
que ciertamente había vuelto, pero que estaba reunida con Don Julio para
ponerse al día en su trabajo.
Una profunda alegría llenó el corazón de
Javier, y todas las horribles historias que había construido en su cabeza sobre
el futuro de aquella hermosa joven habían desaparecido, la volvería a ver, no
le había pasado nada malo y podría preguntarle qué le había querido decir aquel
día en el hospital, se fue a su oficina, pero decidido a volver para saludarla
y ver cómo estaba, esa mañana volvió varias veces a la oficina de Ariana, pero
no la podía ubicar siempre había salido a alguna diligencia o estaba con Don
Julio.
Además que justo esa mañana le habían mandado
a él a entregar unas invitaciones para la inauguración de un puente que habían
terminado de construir hace pocos días, y cuando volvió a medio día Ariana ya
se había ido a comer, ilusionado Javier buscó a Ariana en todos los
restaurantes y pensiones cercanas, pero no la encontró, no había podido comer
por buscarla, se fue muy temprano a la constructora para esperarla, pero Don
Julio parecía empecinado en no dejarle encontrarse con Ariana, le había pedido
reunirse con él para unos detalles de la inauguración del puente.
Cuando salió a media tarde de la reunión vio
el bolso de Ariana en su oficina, recorrió con los ojos hasta su silla y estaba
allí, con la espalda a la puerta muy concentrada frente a su computadora, no se
animó a entrar, quería que su encuentro fuera especial y había olvidado tomar el
girasol que había comprado al medio día. Volvió a su oficina a recoger la flor,
aprovechó para pensar cuáles serían sus palabras, o tal vez sólo entregarle el
girasol con una tarjeta que diga ¡BIENVENIDA! No sabía si era el momento
propicio para invitarla a salir, sus encuentros no habían sido en
circunstancias positivas, pero él creía que Ariana le debía una conversación,
esa podría ser una buena frase. “tenemos una conversación pendiente”. No
aguantaba más las ganas, se dirigió con paso firme hasta la oficina de Ariana,
la encontró igual que hace unos minutos con los ojos puestos en la computadora,
antes que diga nada por el alta voz del teléfono, el Ing. Garrón, el jefe de
Ariana, le pidió que pasara a su oficina para dictarle unas cartas, ella no
volteó sólo se dirigió a la puerta tomando una libreta que estaba al lado del
monitor.
Javier se paralizó y retrocedió, pensando que
no era buen momento para hablarle, volvió a su oficina contando los minutos
para volver a la oficina de Ariana, no
podía concentrarse en nada más, le preocupó el girasol, quería que esté
perfecto cuando se lo entregara a aquella mujer que le había quitado durante
tantas noches el sueño, no solo por su extraña belleza sino por la preocupación
de la última frase que le había dirigido en el hospital. Pero todo eso había
pasado, estaba de vuelta y tendrían todo el tiempo del mundo para poder hablar
de aquello.
Esperó casi media hora, que le pareció
prudente, volvió a la oficina y encontró Ariana en la misma posición, lo cual
le pareció curioso pero ideal para darle una agradable sorpresa, la nombró
dulcemente y el corazón le latía rápidamente, cuando la joven volteó al
escuchar su nombre, para Javier pareció que el tiempo pasaba en cámara lenta,
el cabello era el mismo, la complexión del cuerpo también, pero el rostro no,
se parecía en algo, pero no era Ariana, la de los hermosos y tristes ojos color
miel.